Dos años de reinvención

Dos años de reinvención
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sábado, 30 de noviembre de 2013

El fallo. El fallo. El fallo. El fallo. Mi fallo.

Cuando se falla, se falla estrepitosamente. Y para colmo se falla en una pieza clave del rompecabezas, sin arreglo posible ni billete de retorno. Se otorga una mirada al cielo, como si aquel gris encapotado pudiera disiparse, pero desgraciadamente ya se ha fallado. Y ese fallo ha sido imperdonable.

A través de todos los medios se evita reconocer el fallo. Se acepta, se compara con asuntos mayores para que el fallo aparente ser una minucia. Se ojean libros en busca de erratas, bajo la obsesión de mostrar a nadie que no solo un ser comete fallos, sino que el fallar es un acto irremediable y universal. Mas el fallo permanece ahí; el fallo es evidente.

Acto seguido, se intenta convencer a los de alrededor acerca de que el fallo no ha sido de proporciones catastróficas, como muchos -o únicamente el individuo en cuestión- quieren apuntar, y que no debería ser manantial de preocupación. Ellos, los demás, se muestran indiferentes. No obstante, el sujeto continúa autoconvenciéndose de la ínfima gravedad del asunto pero, en cuanto se sume en sus pensamientos, el fallo resulta aparente. Y el fallo, ese fallo, se va recubriendo de capas y, cada día, son más amplias sus proporciones. Hasta el fallo incluso falla, falló en su día y volverá a fallar, en un flujo cíclico de fallos.

Abatido, procura concentrarse en la sonrisa del ser querido y se ríe a carcajadas con desgana, pues su atención nada más acapara el maldito fallo. ¡Fallo, indeseable fallo, que nos mantiene sonámbulos días y noches!

Transcurren cien amaneceres, intentando olvidar en vano el eterno y trascendental fallo, a raíz del cual se expandió aquella epidemia del mal augurio. Y se falla una y otra vez, se falla de nuevo, se falla al final y se falla al comienzo. Y el fallo primario, original e imperecedero se multiplica. Y ahí comienza la Humanidad del fallo vital que hará tropezar a cada uno de esos seres imperfectos, recordándole constantemente que aquel día cometió, acorde a su naturaleza, un insignificante error

- ¿Intentaste rectificar, buscar alternativa a ese gran fallo? -preguntó, intrigado.

- ¿Alternativas a un fallo? ¿Acaso existen? ¿Le he hablado ya de mi fallo? Pues sepa usted que el fallo, este fallo mío, ya no tiene solución.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Educar en igualdad (o la más desesperanzadora distopía)

A continuación, os presento un relato que recientemente he presentado a un concurso por el Día de la Violencia de Género y que, a pesar de no haber sido premiado, quiero publicar de manera más íntima en este blog. El tema versa acerca de "Educar en Igualdad", asunto que he tintado de matices negativos. Espero que lo disfrutéis.

***

Querido ayer,

        Todo por lo que has luchado, sin abatirte, ha visto la luz hoy. Somos por fin una sociedad igualitaria, sin diferencias de género. Da igual si tú, ayer, fuiste mujer u hombre, porque en la actualidad serías tratado de la misma manera. Esa incansable utopía que se ha perseguido durante siglos se ha materializado al fin. ¡Ay, qué gran desgracia! Te preguntarás cuál es la razón de mi lamento si nos hemos hecho con lo que la sociedad siempre había deseado. ¡Oh, ayer, respóndeme, no sé qué pensar! ¿Es esta realmente la realidad ideal que andábamos buscando o únicamente una degeneración de la misma? ¿Por qué me siento entonces en un vórtice, dando vuelcos sin rumbo? ¿Es acaso esta una distopía?

        Cuando paseo por mi barrio y veo edificios divididos y diferenciados por un tono rosa pálido y por otro azul cielo, no puedo evitar cuestionarme el término igualdad. Fue hace unos años cuando se decidió redireccionar tanto el cauce del grupo masculino como el del femenino por ríos distintos, bajo el fin obsesivo de conseguir la igualdad. El eslogan de las feministas se grabó en toda la población a fuego: “Sin los hombres no habría violencia de género. Sin los hombres no existiría la competencia desleal. Sin los hombres no seríamos, a vista social, inferiores”. De esta forma, aquella ideología caló en las mentes de una sociedad débil y ansiosa por construir un Estado justo, por lo que este grupo de mujeres que reclamaban sus derechos subió al poder.
       
Mas esto no ha ocurrido de la noche a la mañana, tú muy bien lo sabes, ayer. Ya hubo una ministra del Interior que pretendió distinguir géneros en el acto de habla. Ese “miembros y miembras” fue el primer paso para la independencia, en este caso lingüística, de ambos géneros.

        No obstante, esto ha ido a más, llegando al punto de que ningún varón necesita una mujer y viceversa. “¿Quiere ser madre? Inseminación artificial” es otro de los lemas del Partido por la Igualdad. Hasta la reproducción, como ves, relación fundamental entre los dos sexos, ha sido mermada. A día de hoy, incluso se prohíbe que hombres y mujeres mantengan relaciones sexuales por puro placer.

        Se ha creado, a raíz de esta disputa, dos mundos parecidos, pero a la vez completamente opuestos. Hay empresas de y para mujeres, y factorías de y para hombres. Sin duda, es incuestionable el hecho de que la deslealtad hacia las mujeres en el ámbito profesional ha sido erradicada, pero también, junto a él, toda la cooperación y relación amistosa intersexual.

        Te preguntarás cómo hemos logrado llegar a estas alturas en tan poco tiempo. Muy sencillo, querido amigo. La educación, pilar fundamental en una sociedad, fue reformada bajo el pretexto de criarnos y formarnos en igualdad. La segregación de niños y niñas fue la mayor hecatombe que se pudo cometer. Excusándose en las diferentes destrezas y cualidades que posee cada uno de los géneros, se comenzó a formar jóvenes que no veían ningún interés en lo opuesto, vislumbrado incluso como amenaza o enemigo en un pasado no tan lejano.

        Sin embargo, no hay queja ni oposición por parte de ningún estamento de la sociedad porque la educación la ha moldeado a su parecer y, además, por la ausencia evidente de rivalidades, competencia y desigualdad entre hombres y mujeres. Yo, por otro lado, pienso en las consecuencias futuras. ¿Acaso no florecerán diferencias en cada uno de los grupos? La raza, la religión, la ideología abrirán fisuras muy pronto tanto en el mundo masculino como el femenino. Entonces, ¿podremos hablar de igualdad? ¿Cómo solucionaremos esa gran disputa? ¿Desquebrajando y clasificando en nuevos grupos de afinidad?  ¿Reformando otra vez una educación cada día más desgastada? Me hallo tan confuso y temeroso por el mañana…

        No sé si las palabras que manan de mi boca y se plasman en este papel no son más que el fruto del pensamiento de un hereje o de un enfermo; de veras que no lo sé. Hemos conseguido lo que yo siempre he reivindicado, pero existe algo que no me deja disfrutar de esta idealizada felicidad. Te imploro, ayer, que no dejes que en la sociedad se abran frentes opuestos. Te suplicaría, en estos instantes, desesperado, que apostaras por una educación de calidad como garantía de futuro; que lucharas por la equidad en derechos y oportunidades, nunca aislando cada género en sí mismo. ¿Acaso –contéstame, por favor– la búsqueda de la diferencia con el fin de igualdad no es el inicio del principio de diferencia?

Atentamente,

Tu incierto mañana –o mi aterrador hoy–.

martes, 19 de noviembre de 2013

Filosofía callejera (o el dilema del dónde)


Ojalá hoy fuéramos avispas. Sócrates lo era. Al menos, así lo apodaban los atenienses del siglo V a.C. debido a su costumbre de andar por las calles de la capital griega moralizando y pidiendo la opinión de los ciudadanos sobre cuestiones filosóficas, ya fuera acerca de la virtud, la belleza, la justicia o el bien. Tal vez en Atenas se le conocía así por ser un incordio constante, pero lo sorprendente es que los mismos que le bautizaron con ese alias participaban en la causa filosófica. Todo a través del diálogo, por supuesto, único método del filosofar según este opositor a los sofistas -recordemos que solamente utilizaba el discurso hablado, por eso no dejó nada escrito-.

¿Os imagináis a vosotros mismos en la actualidad paseando por el centro de vuestra ciudad y parando a los transeúntes para preguntarles acerca de ciertos conceptos de nuestro día a día? Si lleváramos a cabo esta acción, los viandantes se quedarían perplejos, incluso pensarían que se trata de una broma o que sufrimos una enfermedad mental. No obstante, ¿es de locos interesarse por la Filosofía? Hoy, parece ser que sí.

Últimamente, los eruditos y defensores del saber hablan de una devastadora degeneración de la Filosofía a raíz de la globalización y el boom de los medios de comunicación e información. En realidad, la pérdida de la esencia de esta disciplina tuvo lugar ya hace muchos siglos. El verdadero e irreparable fallo cometido fue arrebatar a la Filosofía de los brazos de su progenitora: la calle.

La Filosofía, entendida en la Antigüedad como sabiduría callejera al alcance de cualquiera, ya no es Filosofía. El ágora, lugar público donde conversar, se convirtió en una plaza esencialmente comercial, bajo la obsesión de que todo poseyera una utilidad práctica. Esa fue la muerte de la sabiduría, puesto que significó su restricción al área académica, quedando así solamente en manos de unos cuantos. Y ahora, con nuestra actitud impasible hacia dicha disciplina, la estamos ya enterrando completamente.

Hablar por hablar es lo que hacemos ahora. Conversamos sobre asuntos superficiales, y vanas son nuestras palabras. De nuestra boca emanamos vocablos sin ni siquiera decir nada. Ya no nos importa el enigma de la vida, la elaboración de una definición universal sobre justicia o la reflexión acerca de la idea del Bien. La dialéctica, método socrático y fuente de enriquecimiento personal y social, se ha convertido, desgraciadamente, en una mera actividad insustancial. Y la Filosofía, practicada en la actualidad por unos pocos, ha quedado atrapada en espacios cerrados sin vida alguna.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Púrpuras lágrimas


Púrpuras las lágrimas
de sangre derramadas.
Torso indefenso,
mirada agazapada.
Grisáceas caricias
recorren su espalda,
clavando puñales,
ahuyentando su infancia.
Aún púrpuras gotas
de niñez no disfrutada,
sin juego, no rojizas todavía,
aún no madura, ya sí arrebatada.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Dramaturgia experimental (o mi primer fracaso como guionista)

(Se abre el telón. Aparecen en escena DON FULGENCIO  y DOÑA ROSA y se colocan en un segundo plano. Aparecen seguidamente UN ESPECTADOR y EL DIRECTOR.)

DON FULGENCIO.- ¡Oh, bella Venus de Milo, aman con todas sus fuerzas tu cuerpo frágil mis pasiones innobles! ¡Eres la Luna que alumbra mi alcoba, el lecho donde deseo reposar y el más maravilloso despierto sueño por el que no quiero dormirme!

DOÑA ROSA.- (Colérica) ¡Qué bazofia de guión! ¡Necesitamos llegar al público joven, a los espectadores progresistas y modernos, no quedarnos anclados en tu conservadurismo romántico!

DON FULGENCIO.- Perdona pero mi guión es una obra de arte. Es un retorno a la figura del donjuán, de la talla del mismo Tenorio de Zorrilla.

DOÑA ROSA.- ¿Y para qué queremos volver hacia atrás? ¡Cambia el guión, bastardo!

DON FULGENCIO.- (Indignado) Lo cambiaré, lo cambiaré... Pero que sepas que tú también eres muy del ayer. ¿Bastardo? ¿Cuánto tiempo hace que no oigo yo eso por la calle? ¿Qué será lo siguiente? ¿Aquesta fermosura? Y después dirás que no debemos mirar atrás... ¡Hipócrita!

(DON FULGENCIO y DOÑA ROSA desaparecen de escena)

DIRECTOR.- (Suspirando) ¡Ay, qué desastre de obra! ¡Y el estreno es hoy mismo!

(UN ESPECTADOR le quita de las manos el guión y lo abre para leerlo)

ESPECTADOR.- (Entusiasmado) ¡Oh, qué diálogos! ¡Qué lirismo! ¡Es increíble cómo habéis retratado la bondad y cooperación del ser humano! ¡El favorable panorama mundial, qué maravilla! ¡Ni un espejo, oiga! ¡Y la vida misma! ¡Es la vida misma! ¡Me siento tan identificado con esta obra!

DIRECTOR.- (Confundido) ¿Cómo? Si todavía no hay guión. (Le arrebata de las manos las hojas) Esto no son más que papeles en blanco...

ESPECTADOR.- Pues eso. Lo que yo decía.

(Se cierra el telón)

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Nuevas tecnologías o falsas necesidades o formas de poder

Parece mentira que la humanidad no haya aprendido la lección. Ya lo puso de manifiesto Georges Orwell en su novela distópica 1984 al crear esa atmósfera asfixiante y de represión. Una vigilancia continua de telepantallas que mostraba el duro y atento rostro del líder del Partido, el Gran Hermano. Una salvaje manipulación de todos los medios de comunicación y hasta de la propia Historia. Al fin y al cabo, no distamos actualmente tan lejos de esa hipotética y horrorosa realidad.

Desde el inicio de los tiempos, se ha intentado desviar la atención del pueblo de asuntos de mayor relevancia y aumentar paulatinamente el poder a través de diversos mecanismos. Ya en la Antigua Roma, los gobernadores, a quienes les convenía mantener a un populacho contento y despreocupado de los asuntos públicos, repartían hogazas de pan y convocaban juegos en el circo mientras se dedicaban a enriquecer su propia soberanía -de ahí la común expresión latina, panem et circenses, tan actual entonces como hoy en día-.

No obstante, el control de la población por parte de las autoridades dio un giro inesperado a raíz de la aparición de los medios de comunicación. Los mass media se han convertido, desde entonces, en la más poderosa herramienta ideológica. De hecho, según la teoría del periodismo contemporáneo, la primera etapa se apodó "periodismo ideológico", una prensa escrita al servicio de los ideales religiosos o del partido gobernante -posiblemente muchos pensarán que todavía seguimos estancados en esta fase de ocultamiento de la verdad-. Junto a todos estos medios de pastoreo de la ciudadanía, se encuentra la publicidad, otro útil que estuvo a merced de ideologías como el fascismo o del estalinismo. ¿Acaso alguien no recuerda la tierna escena de Stalin rodeado de niños, comportándose como padre de toda una nación próspera?

En resumidas cuentas, es sorprendente la gran influencia de los medios en la sociedad tanto del momento como la actual. Sin embargo, hace unas décadas, un nuevo invento ha ido -últimamente a unos pasos agigantados- menguando la importancia de la radio, la televisión y la prensa escrita en términos de manipulación popular. Internet, fuente inagotable de opiniones diferentes y hasta contrapuestas -un doblepensar según IngSoc, retornando al símil de la obra 1984- y aparentemente imperecedera, ha acaparado el terreno de la información. Sí es verdad que, gracias a la red, la libertad de expresión ha alcanzado límites hasta el momento insospechables y se ha convertido en un nuevo espacio de referencia y conocimiento mundial pero que, por otra parte, ha conformado un nuevo aliciente ideológico para el Gobierno y todos los grupos políticos.

Las nuevas tecnologías, que irrumpieron estrepitosamente y con una magna fuerza en este nuevo milenio, fueron acogidas al principio como unas herramientas del futuro que harían nuestra vida diaria más fácil gracias a la mecanización de las tareas. Por el contrario, a día de hoy, no son únicamente una comodidad más en nuestro perezoso mundo, sino una falsa necesidad que, en su ausencia, nos enajena, impidiéndonos incluso respirar. ¿Qué haríamos actualmente si no dispusiéramos de móviles de última generación, ordenadores multifunción o dispositivos táctiles como las tablets? O peor, ¿cómo conducirían su rebaño de ovejas los que poseen la hegemonía mundial? La desaparición de las tecnologías sí que sería una verdadera pérdida para ellos, amos de la Tierra.

Por otra parte, la vida digital paralela que parece haberse forjado no consiste solamente en la manipulación del criterio y la opinión de los individuos que, a la inversa de lo que dijo Aristóteles, se han transformado en animales no pensantes, guiados por un dueño del que desconfiar. La revolución de las comunicaciones ha traído consigo también un ambiente de espionaje masivo por parte de las potencias hegemónicas. Seguramente, el caso más mediático en los últimos meses haya sido la vigilancia de EE.UU. a diversos países con fines de "seguridad" y "libertad". No obstante, no nos engañemos, otros muchos países también luchan por ejercer su poder mediante espías que, por supuesto, tienen un papel fundamental en las nuevas tecnologías. Nuestras conversaciones de teléfono, las publicaciones en las redes sociales, la mensajería instantánea e incluso este mismo blog son leídos y releídos por un ser sin rostro en busca de sospechas o de información útil sobre cada uno de nosotros. Dato curioso a nombrar es que las ventas de esa novela de la que hemos estado hablando y que retrata perfectamente nuestra realidad, 1984, aumentaron en un 7000% en Amazon a raíz de la aparición del Caso Snowden.

Ahora bien, ¿por qué nos intentan convencer y dirigir creando falsas necesidades enajenadoras? ¿Para qué les interesa a naciones como Estados Unidos nuestra información personal? ¿Cuál es la meta de estas prácticas? ¿Distraer al pueblo e investigar acerca de él para, a hurtadillas, maquinar perversos planes que tengan como finalidad el acceso a la soberanía mundial? Entonces, ¿quieren hacerse con el poder absoluto? Mas, ¿cuál es el objetivo del poder? En resumidas cuentas, ninguno, porque el poder, queridos lectores; el ansiado poder es un fin en si mismo.