Echar la vista
atrás, en ocasiones, es beneficioso, quizás para aprender de los errores
cometidos o simplemente para lamentarnos. 2013 ha sido un año, por desgracia
para nosotros, de crisis tanto económica como ética. ¿Acaso solo cabe destacar la
elevada tasa de paro? Claro que no. Tras de sí han quedado sucesos tan amorales
como la campaña de espionaje de EE.UU, y la utilización de armas químicas en
Siria y la intervención inminente que anunció Obama y, a nivel nacional, la
corrupción política y la pérdida de derechos. Por supuesto que “tras de sí” es
solo un decir, pues muchos de los acontecimientos que aquí se narran continúan
acechando y expandiendo sus alas. Claro ejemplo el de la restricción de derechos:
comenzaron con la LOMCE y no han parado hasta aprobar la Ley de Seguridad Ciudadana
y la reciente Ley del Aborto. Al igual que la situación económica, el panorama
humano también está en decadencia. Ya lo dijo Ortega y Gasset, “yo soy yo y mis circunstancias”. Pues
nuestro Gobierno ha esperado el instante exacto para radicalizarse, excusándose
en las circunstancias económicas.
También hay otras
noticias aprovechadas por el Gobierno como cortina
de humo que desvía la atención de los ciudadanos de asuntos de mayor
relevancia o que afectaban negativamente a la imagen de su partido. ¿Quieren
librarse de la polémica contabilidad B del PP? Muy fácil, únicamente hace falta
reavivar el conflicto de Gibraltar entre Reino Unido y España o echar más leña
al fuego en la discutida independencia catalana y, voilà: Bárcenas queda restringido a un segundo plano.
Medios de
comunicación… ¿Qué decir de ellos? Son rastreros, ideológicos, subjetivos,…
Sencillamente, medios de incomunicación. Únicamente hace falta dirigir nuestra
atención al vasto imperio mediático de la derecha, que ofrece una bazofia de
programación que amansa con problemas personales de estrellas fugaces a unos
telespectadores ansiosos por un cambio político. Panem et circenses, queridos lectores.
Ahora, ante la
crisis de una izquierda opositora en nuestro país y la muerte de una de las
pocas figuras que humanizaba este mundo completamente corrompido, Nelson Mandela, solo cabe
desear un mejor 2014. Mejor a la fuerza, pues este barco errante ya no puede
adentrarse en ninguna tempestad más.