Dos años de reinvención

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viernes, 2 de agosto de 2013

Medea

Medea fue, es y siempre será esa mujer de carácter férreo. Eurípides, dramaturgo griego, la engendró como una fémina manipuladora e inteligente como la que más, dotándola de una superioridad inigualable. La venganza de la griega ha sido, sin duda, un referente académico -actualmente en términos psicológicos, se emplea el término síndrome de Medea- y una leyenda que ha sobrepasado los límites del tiempo.

La venganza se sirve en plato frío. Ya lo reza este dicho popular que muy describe a nuestra Medea. Tras sentirse engañada por su marido, busca la manera más cruel de hacerlo sufrir y hacerle pagar por su infidelidad. Podría atacar a su amante, pero ello no lo derrumbaría totalmente. Sabía cuál era el talón de Aquiles de su esposo Jasón y estaba dispuesto a atacarlo: sus hijos.

Medea, en un acto de arrebato de locura y obsesión, acaba con la vida de sus propios primogénitos, desmoronando al ahora impotente Jasón. Una decisión que también causaría en ella misma un dolor punzante pues había matado a miembros de su propia sangre. No obstante, prefería convivir ella también con la pérdida y el remordimiento antes que ver a su marido feliz en brazos de otra.

Es curioso comprobar como milenios más tarde, todavía existen personas que practican el noble arte de la venganza. No les importa llevar a cabo decisiones difíciles y autodestructivas con tanto que el fruto de su ira sufra. Así se mueve nuestro mundo actual: el rencor y el contraataque son los elementos vehículares de nuestra sociedad. Dar lo que recibimos es uno de nuestros lemas y la venganza nos proporciona un preocupante aroma relajante y placentero.

Y es que, a día de hoy, a pesar de haber evolucionado como civilización, todavía nos seguimos rigiendo por leyes antiquísimas. "Ojo por ojo, diente por diente". Así estamos todos actualmente, completamente ciegos y desdentados.

***


<< JASÓN
¡Oh, monstruo, la mujer a la que más odiamos [...]
que a tus hijos osaste con la espada atacar
siendo su propia madre y a mí así me matabas!
Después de hacer tal cosa, tras acto tan perverso,
¿a la tierra y al sol te atreves a mirar? [...]
¡Sal de aquí enhoramala, malvada y parricida!
A mi sólo me quedan los ayes por mi suerte,
que no podré gozar de mi reciente boda
ni en vida la palabra dirigiré a mis hijos
a quien di crianza y ser y que he perdido ya.

MEDEA
No ibas a llevar vida placentera riéndote
de mí tras tu deshonra del lecho conyugal. [...]
El caso es que herí tu alma como lo merecías.

JASÓN
Mas tú también padeces y mis males compartes.

MEDEA
Sí, pero me compensa saber que no te burlas.

JASÓN
¡Hijos, qué mala ha sido la madre que obtuvisteis!

MEDEA
¡Hijos, cómo os perdió la perversión paterna! >>

Medea, Eurípides

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