Repugnante. Sólo puedo describir todo este asunto con una sencilla palabra. Repugnante.
Calcinar tu propia sangre, a tus propios hijos, es muy ruin. Pero el encubrimiento durante este largo tiempo, las caras de pena y las lágrimas de cocodrilo lo son más aún.
Menos mal que tenemos una justicia espléndida que condenara a tan vomitivo criminal con lo que se merece. Menos mal que sé manejar la ironía para reírme de un país que me da vergüenza.
Yo, al menos, no albergo más esperanzas. Siempre habrá espacio para un asesino más, en una de las cárceles superpobladas donde la comida, el pan duro y el agua corriente nunca faltará. Ya sabéis, si estáis en el umbral de la pobreza, matad. Conseguiréis una vivienda digna, aunque sea compartida con delincuentes. Y cuando os rebajen la pena por buen comportamiento y os echen, repetid la acción.
Se castiga con sufrimiento pero, supongo que, en España, para los asesinos sólo hay recompensas.
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