Dos años de reinvención

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sábado, 6 de julio de 2013

Recortes, reformas y deformes (VII): Falacias, el método infalible para engañar a los votantes

Bienvenidos, futuros jóvenes políticos. Hoy dedicaremos nuestra lección a la retórica propia de los que ostentan los cargos públicos o, más bien, los argumentos que deben manejar en cualquier discurso o debate. Argumentación o lo que ellos mejor conocen, es decir, el manejo de afirmaciones totalmente falsas. Sí, inexpertos aprendices, os vamos a instruir en el arte de la falacia para que podáis conducir vuestro rebaño de ovejas hacia la dirección que deseéis. Para ello, contamos con la presencia de expertos en esta práctica, señores que la experiencia ha moldeado en el campo sin importar su ideología o posición. Hablamos de aquellos personajes charlatanes que se sientan, asisten y discuten -y que, paradójicamente, nunca nos representan- en el Parlamento.

Antes de nada, es necesario anotar una definición clave: qué es una falacia. La falacia, amigos, no es más que un argumento no válido, y la publicidad en especial, pero también la política, está plagada de falacias. Aquí se presenta la gama más empleada por ese Presidente, esos ministros y esa espléndida oposición que, por desgracia, gobierna hoy en España:


-AD POPULUM. Quizás esta sea la falacia más aclamada por los políticos. Apelar a la emoción de las masas mediante sus discursos es, sin duda, su principal objetivo. Para ello se valen de eslóganes o tesis basadas en los intereses de un grupo. << Tendremos que llevar a cabo recortes pero os sacaremos de la crisis >>. Maldigo a la crisis, cuya resolución todos los partidos creen tener, aunque realmente ninguno de ellos sepa cómo manejar las riendas de este jamelgo desenfrenado.

-TU QUOQUE. Expertos son los integrantes del Partido Popular en esta conocida falacia, basada en acusar a quien esgrime la tesis. << Nosotros tendremos la culpa de la subida del paro pero vosotros, durante el mandato de Zapatero, eráis los únicos culpables >>. El argumento del legado del expresidente del PSOE -herencia que sí que es cierto que dejó, pero que no sirve al actual Gobierno como excusa- ya es un clásico.

-AD IGNORANTIAM. Como no se ha demostrado lo contrario, la tesis del emisor es la correcta. Esto es, sin duda, lo que sufren los grupos minoritarios del Parlamento, tales como IU o UPyD. No podéis saber nada de asuntos gubernamentales cuando nunca habéis formado gobierno en este país, diría cualquiera de las dos Españas, esas que nunca han permitido al resto exponer sus ideas, por innovadoras y viables que fuesen.

-AD HOMINEM. Se trata simplemente de una descalificación a aquel que defiende la postura contraria al emisor. << Guindos dice que saldremos de la crisis el año que viene, pero Guindos es un ignorante que nada sabe de economía.>> ¿No os recuerda esta falacia a las acusaciones usadas usualmente por la demagoga oposición?

-DE GENERALIZACIÓN INADECUADA. Falacia alimentada por los mitos y las habladurías del pueblo. ¿Quién no ha oído aquello de << todos los de derechas son unos "fachas", partidistas de Franco >> o << todos los de izquierda son unos rojos, ateos y antimonárquicos >>?

-DE DOBLE NEGACIÓN o NEGACIÓN DEL ANTECEDENTE. Para entender esta táctica, es necesario tener en mente unas fichas de dominó. Si golpeamos una ficha X, la ficha Y situada justo al lado de la anterior también caerá por efecto dominó. Sin embargo, esto no puede suceder a la inversa o si se estudian los casos aislados. Por lo tanto, si un político dice << Si privatizamos la sanidad, se prestarán buenos servicios >>, desde un punto de vista lógico, la argumentación es correcta. No obstante, nadie dice eso, sino que todos ellos suelen utilizar la falacia que reside en la negación de las dos proposiciones: << Si no privatizamos la sanidad, no se prestarán buenos servicios >>. Esto implica una condición obligada y es que no se podrá ofrecer una sanidad de calidad a menos que no se privatice, afirmación absolutamente errónea.

-AD VERECUNDIAM: Es realmente fácil distinguirlo en un anuncio publicitario en el que se utiliza una autoridad que quizás nada tiene que ver con el ámbito ligado al producto que promociona pero que, por el simple hecho de ser esa persona, lo que dice es incuestionable. En política, los votantes somos ingenuos y confiamos plenamente en nuestro líderes. << Es ministro de Educación, él sabrá lo que hace >>. ¿De verás sólo por haber sido nombrado por el Presidente todo lo que haga o diga es eternamente correcto? No será nuestro actual José Ignacio Wert, quien tiene a toda la comunidad educativa irritada e indignada por sus reformas.


Como habréis podido observar a lo largo de este análisis, un político no se vale solamente de su imagen, sino que además es hombre y dueño de sus palabras. Palabras que, en ocasiones, pueden ser incoherentes, incompletas o inexpresivas pero que, al fin y al cabo, son vocablos, si a esta sarta de manipuladas calumnias se les puede seguir llamando así.


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