Aquellos ineptos, una vez rendidos a sus pies, se dignaron a fijarse en su mirada y me vieron a mí. Comprendieron lo que sucedía, aquello que ocurriría en un futuro y el desastre que habían desatado. Fueron conscientes de todo el terror que habían puesto en libertad por no haberse desprendido de las apariencias que cubrían su emblemática figura. Legiones a su nombre, sirviéndome a mí. Países a sus órdenes que yo, internamente, le dictaba. No hubiera sido sin mí. Él no fue el gran líder, lo fui yo y mis inteligentes estratagemas. Murió como cualquier ser humano, pero yo allí persistí. Más vale decir que se mató, débil, aunque yo no fallecí junto a él, puesto que el Infierno es inextinguible.
Tras él -tras de mí- quedó un campo de batalla bañado en sangre. El Holocausto parecía haber quedado atrás; sin embargo, no fue así. La muerte y la crueldad solamente había hecho más que empezar. Su presencia en la faz de la Tierra había dado lugar a la peor de las barbaries, pero todavía perduraría aquel desastre. El mundo pasado, tras aquellos nefastos años de ardua guerra, había evolucionado hasta dar lugar al mundo actual, sede quizás más llena de injusticias, muertes, crueldades y, en especial, mal.
Él y Yo fuimos sus orígenes.
El Apocalipsis no tardaría en llegar...
Él y Yo fuimos sus orígenes.
El Apocalipsis no tardaría en llegar...
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