Corto ¿Bailamos?, de JAF Producciones. Muy recomendable su visionado.
Curriculum vitae. "Carrera de la vida", según los latinos. Y menuda carrera. Corre que corre nos encontramos, ya sea en busca de uno de los escasos puestos de trabajo en nuestra vieja España, viajando a la Alemania del desarrollo, o cruzando el Pacífico en transatlántico a la caza de una segunda oportunidad. Ciao, bella, que a día de hoy el frenesí de nuestras vidas nos apremia.
Somos la escoria que sobra en la Península. Los pobladores se refieren a nuestras migraciones como fuga de cerebros y, a nivel internacional, se nos conoce como nueva mano de obra de la que sacar partido. Pero, amigos, estamos prácticamente obligados -sea esta nuestra voluntad o no- a dar este paso. Un pasito, hacia delante, de futura nostalgia.
No obstante, no podremos sumergirnos en el mercado mundial del mañana más inmediato a menos que no apostemos por una de esas carreras -o competiciones- que tengan mayores "salidas". Curioso término para referirse a un grado universitario. Parece ser que existen algunas disciplinas que tienen una calle cortada, sin puerta de emergencia ni retorno posible. Por ello, ex catedra, nuestros padres y educadores nos aconsejan o recomiendan -o, sencillamente, nos imponen- todo aquello que posee una gran salida laboral.
¿Eres un apasionado de las Letras o un artista en vías de florecer y de expandir tu visión de vida? Peligro de extinción. ¿Por qué? Falta de salidas. ¡Malditas salidas que nos impiden incluso la entrada!
Mas no es tu voluntad en cursar una Ingeniería o Medicina -o cualquier otra carrera del futuro, según los expertos- la única que decidirá si dedicas tu existencia a esto. Todo depende del "gran examen" y la nota que obtengas en él. Quizás nadie pueda obligarte a no volcarte en lo que deseas, pero el "temido", sí. Y, por supuesto, para garantizar tu felicidad de ahora en adelante, solamente nos dedicaremos a aquello que nos permita sobrepasar satisfactoriamente este bache y conseguir los resultados esperados. Así que, queridos alumnos, comencemos a taladrar y repetir como papagayos la lección de vuestras vidas: no importa el aprendizaje ni la vocación, nuestra meta es la competividad.
Y así nuestro mundo se desmoronó. Un planeta ahora infeliz y esclavo del estrés de un camino que recorrer en el que, cuanto más avanzas, más se extiende. Y el ser de la Ilustración, que defendía la primacía de la inteligencia humana como instrumento para alcanzar la felicidad -ese fin máximo-, ha muerto. La libertad de escoger aquello con lo que realmente disfrutas ha quedado obsoleta a merced de un mundo globalizado. Al final, la vocación, maestría del presente, se rindió a los pies del exigente y competidor futuro. Desgraciadamente, a estas alturas, estudiamos para el mañana y no para la verdadera vida.
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