No obstante, no adelantemos acontecimientos por ahora. Es necesario antes establecer un nexo con la Justicia que predominó en el ayer para caer en la cuenta del significado tan amplio que puede recibir este término hoy en día, puesto que ha variado desde el nacimiento de la Filosofía del Derecho. Como asiduamente proponemos, comenzaremos con una autorreflexión: ¿qué entendemos por Justicia?
Elaborar una definición universal sería el método idóneo según el filósofo griego Sócrates, llegando a la conclusión de que la justicia es tratar a todos por igual. A primera vista, parece completamente válida, pero tal vez en este terreno pantanoso ganarían los sofistas con su relativismo. Si realmente el concepto de justicia fuera universal e inmutable, todos los países se regirían por las mismas leyes. No obstante, recibiremos explicaciones diferentes acerca de la justicia si hablamos con un estadounidense, un español y un fundamentalista islámico, por poner unos cuantos ejemplos. Entonces, ¿cómo podemos imponer unas normas a seguir si ni siquiera podemos apuntar qué es lo justo? Esta quizás es la razón principal por la cual existen tantos sistemas judiciales y tantas leyes que, desde nuestro punto de vista sociocultural, nos parecen tan absurdas e ineficaces.
En los países desarrollados y civilizados, a lineas generales, ya nos hemos olvidado de aquel dicho ojo por ojo y diente por diente y hemos edificado un sistema judicial aparentemente sólido y justo. No nos detendremos a analizar la estructura de la Justicia actual, pero sí cabe resaltar el papel que juega un personaje que defiende nuestra individualidad en un juicio: el abogado. El abogado trata de, valiéndose de las leyes que gobiernan nuestro país, exculpar al acusado o víctima que le ha contratado. Para la mayoría, su trabajo nos resulta ejemplar y esencial para que el juez dé una sentencia justa y castigue a quien se ha aprovechado de la libertad del otro. No obstante, ¿acaso los asesinos o corruptos no poseen un abogado defensor? Hay ocasiones en las que el juego, la tergiversación y la picaresca de los abogados prevalece por encima de su erudición. Por tanto, ¿de veras los necesitamos? ¿Podríamos imaginar un mundo sin abogacía? En la comedia de dibujos animados Los Simpsons satirizan esta cuestión, tal y como se puede observar en el vídeo inferior.
A continuación, trataremos la Justicia en España en la actualidad. Ya son múltiples casos -tan significantes como el de Marta del Castillo o todos los vinculados a la corrupción- que han permitido que perdamos la credibilidad en la verdadera Justicia. U otras, a menor rango, como que un ladrón no será encarcelado si la posesión robada es económicamente inferior a quinientos euros. Todo esto nos hace replantearnos si este país funciona correctamente, pues parece ser que se recompensan a aquellos que infringen las normas y se comportan de manera poco cívica. Mas este no es un problema referente a la más inmediata actualidad, sino que ya en la pieza teatral Luces de Bohemia, Valle-Inclán dejó patente el esperpento que asola nuestra nación. Recordemos que Don Latino de Hispalis, compañero pícaro del protagonista Max Estrella, se queda con el billete de lotería premiado que pertenecía a su fallecido amigo que, para colmo, era ciego. Un sagaz símbolo de los premios que reciben los malvados e incompetentes en España.
Tras esta breve reflexión, ¿debería equipararse España a las legislaciones presentes en otras naciones? Por ejemplo, podríamos decir que la ley terrorista de EE.UU. es, al menos, efectiva, pero a un precio muy alto. Infringir la privacidad de los estadounidenses -y de todo el mundo, del que creen ser dueños- es una de las horrendas medidas que tienen que seguir para garantizar la paz y la ausencia de actos terroristas -y, como no, para ejercer su control-. Un Gran Hermano, como diría Orwell, autor de 1984.
Sin embargo, esta no es la más inhumana de las leyes, pues existen aún en muchos países la pena de muerte. Uno de ellos es, de nuevo, los polémicos Estados Unidos que, según un informe de Amnistía Internacional, desde 1977 hasta 2011, más de 1400 personas han perdido la vida por esta condena. ¿Un gobierno que impera por la seguridad y libertad del hombre puede infringir todos sus principios de esta manera? Parece que sí pero, ¿acaso está justificado seguir empleando una técnica tan medieval? De nuevo, gracias a otro informe reciente de Amnistía, hemos podido descubrir que la pena de muerte no reduce los delitos graves en países donde se aplica. Más bien hemos reafirmado nuestra creencia, porque sin llevar a cabo ningún estudio sabíamos que este castigo era totalmente inútil.
Otra pena muy discutida últimamente es la cadena perpetua. La mayoría pensará que la pena de muerte es mucho más dura y sí que pone punto final a la delincuencia del individuo; pero es necesario detenernos y entrar en un punto de inflexión. ¿Acaso el no poder decidir ni obrar libremente no es el peor de los veredictos? Los humanos nacemos libres y la cadena perpetua deshumaniza al infractor. Peor que la misma muerte, dirán algunos. Y, curiosamente, este castigo inhumano es defendido por ciertos españoles que claman justicia ante la pasividad de los tribunales que no castigan duramente a quienes les ha causado un perjuicio irreparable. ¿Entonces la mejor solución sería pagar con la misma piedra?
Concluyendo, la Justicia de la actualidad es un debate todavía abierto y muy complicado a la hora de llegar a un acuerdo común. No obstante, y aunque suene muy radical, ¿de verás creemos ser capaces de acabar con todas las injusticias en el mundo? Es imposible, pues somos ajenos a muchas de ellas -sólo somos informados de aquellas que gozan de interés mediático-. Además, ¿acaso no gritamos diariamente que se haga justicia? Pues para que la justicia sea posible, deben existir injusticias. Cada oveja con su pareja y, para conseguir nuestro propósito, está claro que debemos echar mano del contrario. ¿Hay, acaso, vida sin muerte o luz sin oscuridad?
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