Me aficioné al alpinismo, pero no por gusto, sino por necesidad.
Estaba cansado de las vistas de siempre y sí, el valle era muy hermoso, pero era el momento de escalar. Había ya demasiados obstáculos en el camino como para esquivarlos desde abajo, necesitaba subir y afrontarlos desde una mirada aérea, desde un punto de vista superior, desde el pico de la montaña.
Desde un principio, sabía que estaría más relajado y viviría más feliz en el lago del valle, que no sufriría tanto como en el ascenso a la montaña donde el oxígeno se me acabaría y estaría más fatigado. Era un camino largo y arduo, pero mis condiciones me lo exigían.
Lo conseguí, conseguí subir a la cima. Allí me siento feliz, aunque es mi propia felicidad. Hay algunos que se viven de forma más placentera en la parte baja y no tiene nada de malo. Lo conseguí, conseguir subir AQUELLA cima y es que, aún me quedaban muchas cimas por escalar. Éste sólo era el primer paso de una larga trayectoria por aquella cordillera.
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