Era un Premio Nobel, un auténtico genio.
Conocía el secreto del manejo de metáforas, juegos de palabras y demás figuras
literarias casi a la perfección. Hilaba historias espontáneamente, sin
planteárselo. Nadie dudaba que de su prodigiosa mente manaban toda clase de
ideas, retorcidas y enternecedoras, reales e imaginarias. Paupérrimo hombre
quien no apreciara el arte de su literatura; paupérrimo en cultura,
inteligencia y alma humana.
Yo, por lo tanto, intenté poner en juego su
habilidad incuestionable por muchos. No soy quién para probarle, sólo soy un
necio e inexperto autor. Beso sus tobillos, su sombra, pero adoro los retos.
Se trata de un hombre encantador, por lo
que se me antoja un tanto violento apuñalar todo su prestigio, sin dejar
rastro. Sin embargo lo conseguiré, será el crimen perfecto. Lo sé y él también
lo sabe, pero como todo un caballero me recibe con una amplia y sincera
sonrisa, descolorida por la colilla que prende en su boca.
No me lo pondrá fácil. No obstante, yo
tampoco lo haré. A su altura debo estar, por muy alto que sea el Himalaya.
Ansío sentir la sensación de crecer, menguando a su vez a otra persona. Soy
cruel, aunque astuto, estoy seguro de que le pillaré desprevenido.
No voy a atracarle, eso se lo dejo a
vulgares ladronzuelos. A mí me va más lo espiritual, lo filosófico, lo
diabólico. Sembrar el caos es mi afición, aunque utilizando mi método, más
sutil que el del resto. Ni insultaré, ni amenazaré, ni menospreciaré, ni me
enzarzaré en una batalla. Todo lo anterior se lo dejo a esa inmensa mayoría.
- Hemos charlado lo suficiente, señor. A decir
verdad no me interesa para nada su vida. No he venido ni a entrevistarle, ni a
criticarle, ni a sonsacarle el título de su próximo libro que será igual de
magnífico que todos los anteriores, no me cabe duda.
- Lo suponía –me dedicó una sonrisa de
complicidad –Entonces, ¿qué desea?
- Deseo lo indeseable. Deseo un amor que no se
fugue como todos hacen. Deseo la eternidad. Deseo conocer todos los secretos
que plagan nuestro día a día. Deseo ser yo quien desee algo de una maldita vez.
- Sea más concreto, por favor. No le puedo
ofrecer nada de eso.
- Sí sabes lo que ofrecerme.
- Perdona, pero no comprendo a qué se refiere.
- Por favor, querido, no te menosprecies. Lo
sabes perfectamente.
- ¿Qué reto quiere plantearme? –adivinó el
viejo –Le aviso que nada es lo suficientemente complicado para mí.
- Así me gusta. Vamos más rápido si ambos
ponemos de nuestra parte.
Le
entregué un pedazo de papel reciclado y completamente arrugado junto a una
pluma estilográfica.
- Escribe –le propuse.
- Sé escribir muchas cosas: novelas, cuentos,
teatros, ensayos y poemas. Preferiría que fuese más preciso.
- El comienzo. Escribe el comienzo de todo.
- ¿Todo? ¿Qué todo?
- No sé. No soy el genio aquí.
- Perdone. No entiendo. –exclamó aturdido.
- ¡Idiota! ¡Escribe el comienzo de una
historia! El principio de la vida, por ejemplo.
- Pues… –comenzó a dudar –Nacemos del seno materno, tras nueve
meses en el vientre de la madre, como resultado de la copula.
- Menos tecnicismo, doctor honoris causa –dije, burlesco –Eso no es el comienzo de la vida,
sino de una vida. No sé si captas la diferencia.
- Ya entiendo… Existen muchas teorías. El
creacionismo y el darwinismo, entre otras.
- ¡No te pido una clase didáctica, diablos!
–comencé a sulfurarme –¡Únicamente te estoy pidiendo que me escribas un
planteamiento, como el de cualquiera de tus novelas!
- No hay comienzo sin final. Debería crear un
guión, un esquema para situar el relato.
- ¡He ahí la cuestión! –suspiré –Te ha costado.
Lo que te pido es que escribas el principio de algo, sin saber el final, ni
cómo puede continuar.
- ¡Eso sería como escribir sobre el agua!
- ¿Puedes hacerlo, por favor? Tengo bastante
prisa.
- Técnicamente, no puedo. No tiene pies ni
cabeza.
Técnicamente. Gané por unanimidad. Los
humanos sois tan estúpidos que no podéis dar un paso sin saber si continuaréis
caminando o si es seguro darlo. No podemos nacer sin saber que un día
moriremos. No podéis vivir tranquilos por si tranquilamente vuestro vivir se
vuelve un sinvivir. Permíteme coger una pluma y escribir sobre el mar, como
dijo nuestro ahora no tan reputado escritor. Dibujemos algo que se borrará,
llevándoselo la marea, antes de que podamos terminar. Dibujemos nuestra felicidad,
disfrutémosla lo antes posible aunque no hayamos sido agraciados desde el
principio.
No tengo cómo empezar esta reflexión, ni
tampoco cómo finalizarla. Así que, comencemos por la mitad.
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ResponderEliminarChapeau.
ResponderEliminarGracias :) ¿Qué haces tú por aquí?
ResponderEliminarSi no recuerdo mal tu me invitaste. Además tenía curiosidad, y no podía dejar que me recordaras como la tía borde de Dublín. Jajajajaja
EliminarY siempre estarás invitada a leerme. Menos mal, porque si me tengo que quedar con la imagen que me dejaste... Jajajaja Espero verte pronto en Madrid ;) Cuídate
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