Dos años de reinvención

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lunes, 3 de junio de 2013

Mamá, de mayor quiero ser filósofo

No hay mayor satisfacción que ver cómo el mensaje que alguien predica se materializa en hechos. Mi propósito del blog desde un principio era encontrar salida a mis pensamientos, pero también hacer pensar al resto y, a estas alturas, me siento orgulloso de afirmar que lo he conseguido.

Sin duda, el filósofo ha sido siempre vislumbrado como un ser pedante, incomprensible y aburrido. Esa fama de emplear una terminología rebuscada ha traído consigo un rechazo a esta disciplina, puesto que más que ayudarte en tu vida, pretende complicartela.

No obstante, todos somos filósofos al final. ¿Quiénes eran Platón, Kant o Nietzche más que hombres que intentaban describir un mundo antojado a veces como ajeno? Los humanos somos seres pensantes y, por eso, tanto tú como yo somos ya expertos en Filosofía. Sí, quizás no hayamos creado una teoría reveladora y novedosa ni tengamos un dominio magistral del lenguaje y la simbología, pero sabemos emitir al menos juicios de valor.

Entonces, ¿qué se necesita para ser filósofo? Curiosidad, interés por conocer a fondo nuestro alrededor y no flotar únicamente sobre su superficie y, por encima de todo, valor. Arrojo para dar a conocer tus enrevesados pensamientos. Valentía para mostrar a un público desinteresado cómo te sientes y qué opinas acerca de la totalidad de lo existente. No todo el mundo es lo suficientemente bravo para reflexionar, ya que esta práctica conlleva un riesgo muy importante.

Por ello, me enorgullece presentar la reflexión de, quizás, la mejor de mis discípulas. Desde tiempos inmemorables, la sabiduría se ha transmitido a lo largo de generaciones. Me siento feliz de ser yo quien te ha inspirado a escribir estas líneas, pero ahora soy yo el que debo aprender de ti. Al fin y al cabo, los roles de profesor y alumno se intercambian pues, con ganas de comerse el mundo, hasta el más inexperto aprendiz puede enseñar una gran lección.

Tal vez no pasarás a la historia mundial como sí lo han hecho Sócrates o Hegel pero no me cabe la menor duda de que, con esta impresionante reflexión, sí conformarás parte de tu propia historia y la de tu círculo más cercano. ¿De mayor no querías ser filósofa? Pues enhorabuena, porque hoy ya eres mayor.



<< Si hay algo odioso en esta vida, es esa palabra tan abstracta conocida como "sociedad". Me pregunto hasta qué punto puede influir ésta en la vida de alguien. Sí, la sociedad somos todos, pero… ¿Alguien nos ha preguntado si queremos pertenecer a ella? Yo me hice a mí misma, pero no por ello ha de darme la sociedad una imagen y una máscara que tenga que sincronizar con la de los demás. El verdadero valor de una persona es que sea individual, y no tenga por qué seguir a un grupo de gente, todos guiados por un gran pastor de ovejas desorientadas. Un gran pastor que dentro de no mucho tiempo, no nos dejará pertenecer a su rebaño a no ser que no utilicemos una talla 36 de pantalón y más de una 100 de sujetador. A no ser que bebamos y fumemos hasta llegar a rozar muy de cerca el descanso eterno. Y estos son sólo unos pocos ejemplos de los cánones que la sociedad impone cada vez más. ¿Por qué responder a ellos? Uno de los medios que más nos incita a responder a ellos es la publicidad. Somos esclavos de ella. Para hacer los productos atractivos al consumidor y que este sienta la necesidad de comprarlos, la publicidad utiliza los estereotipos más arraigados en nuestra cultura o los ideales que funcionan en la imaginación de la gente: nos presentan situaciones que nos gustaría vivir y personajes que quisiéramos ser. Para ello, las mujeres son representadas como mujeres irreales, que no existen y cuya presencia sólo deja frustración en las personas "normales", y sólo sirve para publicitar un determinado modelo de mujer. El problema es la exclusividad del culto al cuerpo. Pensar que el éxito y la felicidad es el llegar a ser o tener una mujer delgada, perfecta en formas y sumamente atractiva, y que ello sea prácticamente tu único centro de atención. Esta exclusividad está creando muchos problemas en las jóvenes adolescentes, desde anorexia, bulimia y otros trastornos alimenticios hasta depresiones. Depresiones producidas por el estado de malestar e insatisfacción que se produce por no alcanzar los parámetros que marcan las modas. No creo que sea necesario llegar a tales extremos. 

Vale si, vivimos en una sociedad con libertad, pero ¿hasta qué límite? Sí, la libertad de uno termina donde está el respeto a los demás, pero, ¿dónde se halla esa inapreciable línea? ¿Sólo por educación hemos de resignarnos y callarnos ante algo que nos oprime y nos infravalora? >>
La última quinta directa


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