¿Campo o ciudad? Hace unos siglos nadie se cuestionaba esto ya que
eran muchas las personas que podían disfrutar de la naturaleza. Sin embargo, de
la mano de la Revolución Industrial, muchos campesinos se vieron obligados a
emigrar a la ciudad. Las nuevas urbes, que eran sinónimo de desarrollo y
prosperidad, trajeron consigo numerosas facilidades, pero a su vez una profunda
melancolía por el ambiente rural. Esos atardeceres en los que reinaba el completo silencio de aquella brisa leve y placentera causaba una inexplicable añoranza por la perfecta y sencilla vida que todos ellos dejaron atrás.
Es innegable que
la ciudad es, actualmente, el lugar ideal para vivir. Los servicios sanitarios,
educativos y recreativos son más abundantes que en zonas rurales, y su calidad
también es mayor. Además, componen el centro de la actividad económica, donde
reside todo el empleo, el cual se concentra en el sector terciario.
No obstante, ¿por qué literatos
como Lorca defienden el ambiente que proporciona el campo? El poeta se
horrorizó al pisar Nueva York, una ciudad ajetreada e insensible que no
guardaba ninguna relación con su cálida Granada natal. Tal vez sea por eso por lo que, hoy en día, la mayoría de las personas habitan en las ciudades por obligación y no por libre elección, tal como dicta el ambiente globalizado característico de nuestro mundo actual.
Por esta razón, para expresar su
decantación por el ambiente rural, muchos autores han empleado el tópico beatus ille, creado por Horacio, que
exalta las cualidades de la naturaleza. En las églogas este sentimiento de nostalgia es muy evidente. Salicio y Nemoroso, personajes creados por el renacentista Garcilaso, entonan la más sincera oda a la vida al campo, su verdadero locus amoenus.
En conclusión, desde el latino
Horacio, poetas hispanos de la talla de Garcilaso de la Vega y Fray Luis de León han defendido la vida en el
campo que, para ellos, componen una fuente de pureza, felicidad e inspiración. Al
fin y al cabo, la ciudad, según Miguel Hernández, lo deteriora todo: << eléctrica
la luz, la voz, el viento; y eléctrica la vida >>.
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