- Quizás, -pensé- debería metamorfosearme en algún ser que atraiga la atención de todos los elementos de mi alrededor.
No obstante, antes de que pudiera llevar a cabo ninguna acción, dos figuras hicieron acto de presencia en aquel entorno. Aquellos animales bípedos, aparentemente racionales, eran los primeros de una raza que posteriormente fue apodada "humana". El macho se hacía llamar Adán, mientras que el nombre de la mujer era Eva.
- Seguramente, -adiviné- ambos serán un capricho del Supremo, el piadoso y bonachón Dios.
Pasaban los días y Adán y Eva disfrutaban del Edén, felices, sin ninguna preocupación aparente ni una emoción negativa -gracias a mi no tardarían en sentirlas-. El Todopoderoso se percató de mis intenciones y advirtió a los dos humanos que no podían probar ningún fruto procedente de mí, a quien se refirió como el "árbol de la ciencia del bien y el mal".
Henchido de ira hacia Él, decidí transformarme en una atrayente y malévola serpiente que repta en busca de una presa fácil. Tal y como he hecho toda mi existencia, me arrimé a Eva y le aconsejé al oído que probara el fruto de mi árbol. Al principio se negó a beber de mi sabiduría pero, hechizada por mis perversos argumentos, accedió finalmente.
Se alimentó de mi sabiduría, pues tan solo soy eso. Soy el ser más sabio e inteligente de toda la Creación. Soy la chispa de fuego que robó Prometeo y el más delicioso y apetecible fruto del árbol del saber. Lo sé todo, lo bueno y lo malo, lo que alzaría a una civilización a los cielos y lo que más le empobrecería; mas yo he decidido vivir de las perversas decisiones. Soy la ciencia, la Verdad absoluta, por mucho que los dioses -o más bien los predicadores y devotos- digan lo contrario. Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso por asomarse a observar cómo el más poderoso nos mueve con sus hilos de titiritero, por descubrir las intenciones reales de su Dios, por el simple hecho de conocer. Ningún líder desea alguien más inteligente que él entre sus filas, por eso fueron desterrados a sufrir y padecer, y todo ello solamente por pecar. ¿Pecar por qué? Ambos se tuvieron que marchar por elegirme a mí, el más antiguo y único, el Pecado Original.
Adán y Eva, Tiziano
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