Sin embargo, en el fondo, todos somos iguales. Compartimos una gran parte. Quizás nuestros gustos musicales y cinéfilos no sean los mismos, tal vez nuestra posición ante los problemas sean antónimas; no obstante, espiritualmente, somos semejantes. Los dos tenemos sentimientos, manías, odios y preferencias: los dos somos humanos.
Finalmente, el cielo y el suelo se unen en el horizonte, las putadas y el amor en un dilema cotidiano, la pereza y el desvelo en las noches embriagadoras de recuerdos. Así somos tú y yo, de tacto distinto pero, al fin y al cabo, palpables. Así somos tú y yo, lija y terciopelo.
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