La Historia, aquella que ya hemos constatado que se repite siguiendo un patrón cíclico de continuo error, ha sido constituida por variadas utopías. Una palabra bastante peculiar. Utopía. Se suele decir que la vida en sí es una utopía. Pero, ¿en qué nos basamos para denominar algo como utópico?
Tomemos como libro modelo la Utopía de Tomás Moro. Ese intento de confeccionar una sociedad ideal fue revolucionario, pero no novedoso. El pionero fue el griego Platón que en La República nos desveló un nuevo mundo ideal y antagónico al de entonces. No obstante, fue Moro el primero en introducir este término a la vez que nos relataba cómo se disponía la isla de Utopía, la cual poseía el primer régimen comunista. Esto conformó una crítica y un rechazo a los nuevos sistemas de poder surgidos en aquella época de mano de filósofos de la talla de Maquiavelo. Utopía como él la llamó, y sin embargo, distopía. Los expertos opinan que en la práctica la idea de Moro no hubiese resultado.
Desde entonces, y especialmente en el Renacimiento, se puso de moda este género. La más conocida de las utopías fue, sin duda, la de Marx Engels. Buscaba en su socialismo utópico una idealización que, desgraciadamente, nunca se ha materializado en hechos. Y es que, iluso, Marx confiaba en la bondad de los individuos y en que ninguno de ellos impusiera su poder sobre el resto. La idea del rechazo de la lucha de clases era positiva, pero en la práctica la sociedad comunista se ha deteriorado (claro ejemplo el de países como Cuba, China o la restrictiva Corea del Norte que, aun defendiendo la desaparición de la lucha de clases, están plagados de opresores y oprimidos). Utopía, y sin embargo, distopía.
Aunque basta de información académica inútil y reflexionemos acerca de las situaciones utópicas. Podríamos resumir el término utopía como una alternativa ideal a la realidad, o sea, una organización en torno al bien común. Por el contrario, deberíamos acuñar como distopía una monstruosidad resultante de una idealización. La cuestión que se nos plantea en este caso es si realmente existe alguna utopía que no se degrade, que pueda crear ese mundo ideal que desde la Antigua Grecia se ha anhelado.
Con lo referente a la Historia, cabe preguntarse acerca de la continua repetición de utopías que no han sido finalmente útiles. Al fin y al cabo, las únicas opciones de modelo actual son el capitalismo y el comunismo, y ambos contienen aspectos negativos y en ellos se aprecian importantes diferencias con respecto a su vertiente original.
¿Lograremos hallar la combinación perfecta algún día? Por lo pronto, se puede afirmar que esto significará la solución mundial a tanto conflicto, el fin de la Historia tal cual la conocemos, es decir, monótona, repetitiva y cruel. Mientras tanto, viviremos en una sociedad que, aparentemente utópica, es una auténtica distopía que José Mª Merino ha coronado con estas decisivas palabras: <<Nunca hemos tenido tantas posibilidades de información, y sin embargo estamos muy mal informados. Nunca hemos tenido tanta capacidad de generar alimentos, y sin embargo tenemos un hambre espantosa>> Eso, queridos lectores, es una distopía, eso es en lo que diariamente vivimos: una sociedad hipócrita y llena de contradicciones sin sentido.
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