Especialmente en la adolescencia, en la que experimentamos una amalgama de sentimientos y nuevas emociones contrapuestas, nos solemos atrincherar en nuestras habitaciones en busca de una solución a un complicado problema que, desde la perspectiva de los adultos, se trata de una minucia. No obstante, es nuestro primer roce con el mundo etéreo e incierto, el que habita en los cielos y rodea nuestra atolondrada vida, y no debería ser menospreciado. Es en esta época en la que necesitamos pluralidad de opiniones y consejos acerca de un tema que nos preocupa profundamente y, paradójicamente, cada día nos suelen aislar más de estas respuestas.
Así, cabe destacar la indispensable labor de la Filosofía en etapas escolares, asignatura que nos proporciona un respiro en nuestro robótico y frío sistema. Nos permite reflexionar hacia dónde queremos orientar nuestra vida individual, sin dejarnos llevar por la supremacía de los demás. Si para algo práctico sirve esta disciplina es para anteponer la humanidad a la inteligencia automatizada. Si pensamos, valoramos, argumentamos y opinamos, seremos dueños de nosotros mismos y no una oveja más en un rebaño confundido por un corrupto pastor. No dejemos que nos arrebaten la Filosofía poco a poco para crear un mundo en el que predomine una sola idea. Defendamos el estudio del pensamiento humano, pues ninguno de nosotros desea un futuro en el que no se dé una respuesta a una cuestión jamás planteada.
- Buenas tardes, ¿qué desea?
- Un café con leche y una respuesta a un interrogante universal.
- ¿No tiene usted la respuesta?
- Dudo... No sé si la tengo. Necesito más inspiración.
- ¿Ve usted a aquel hombre de allá? Tal vez pueda proporcionarle su punto de vista. Aquellas dos mujeres de acá también podrán ayudarle. Charle con todos ellos tranquilamente y descubra su propia verdad. ¿Desea algo más?
- Nada más. Muchas gracias.
- Gracias a usted y buenas tardes.
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