La libertad es, como muchos apuntan, una ficción. Nadie es libre, todos estamos atados a nuestras peores pesadillas, a los más deseables placeres, al despotismo de unos cuantos. Sin embargo, si tomamos como referencia la definición general de libertad, podríamos afirmar que es la facultad que poseen las personas para actuar siguiendo sus propios dictámenes pero dentro de los límites de unas reglas establecidas. Pero, ¿cuáles son esos límites? Grosso modo, cabe decir que la libertad propia finaliza donde está el respeto hacia los demás. Por tanto, cuando se atenta la integridad de la libertad del resto de ciudadanos es cuando hace acto de presencia la llamada Justicia. La Justicia pretende castigar los actos irresponsables, aunque últimamente se discute la acción real y eficacia de este organismo en materia de la preservación de la libertad individual. Por tanto, ¿cuán imprescindible es la Justicia para garantizar los derechos de los demás?
A simple vista, la Justicia parece tratarse de algo muy académico, sin embargo, en la cultura popular ya hay evidencias de esta práctica. El dicho "ojo por ojo, diente por diente", quizás no del todo justo, se tiene que considerar una posible resolución a un conflicto. Eso sí, a largo plazo, las consecuencias son pésimas para todo el colectivo. Es posible que a raíz de esta epidemia de ciegos y desdentados, se crearan unos pilares más sólidos para la solución de los problemas y fuera así como apareciera la filosofía del Derecho.
A pesar de ello, el Derecho no ha garantizado nunca la ausencia de injusticias, e incluso las torturas han estado presentes hasta nuestros días. La Inquisición, el estalinismo y los fascismos son solamente tres ejemplos de los castigos inhumanos que se han cometido a lo largo del tiempo. Además, existen ciertos personajes torturadores dignos de mencionar y entre ellos se encuentra Vlad Draculea -de quien Bram Stoker se inspiró para escribir su famosa novela Drácula-. Vlad ha pasado a la historia por sus empalamientos, entre otras condenas como la castración o el desollamiento. La leyenda cuenta que disfrutaba de estos macabros espectáculos sentado y bebiendo de una copa con la sangre de sus víctimas.
Sin duda, se han cometido grandes barbaries a lo largo de los años, pues las torturas han estado a la orden del día. Sin embargo, por muy injustas que fuesen debían ser cumplidas obligatoriamente pues, al fin y al cabo, tal y como dijo Julio César, "la ley es dura, pero es la ley".
No hay comentarios:
Publicar un comentario