Eterno retorno, náusea, mentira, ansia de creación poética, crítica social, fines e inicios, decadencia y remodelación. Y en estas entradas en honor al segundo aniversario, superficialmente inconexas, se encuentra la esencia de lo que para mí significó aquel corto naufragio y esta eterna travesía.
Me sentí y me siento un filósofo de la Antigua Grecia. Noto como el ciclo se repite una y otra vez, que no hay una separación fija de acontecimientos, que todo vuelve a su caudal, que no hay línea que seguir con el fin de llegar a un paradero desconocido.
Me sentí y me siento Sartre. Me doy cuenta de que estoy condenado a ser libre, que a partir de ahora todo depende de mí, que estoy arrojado a un mundo en el que yo soy mi único y máximo responsable.
Me sentí y me siento Wittgenstein. He despertado de la armonía, perfección y verdad que creía que poblaba nuestro Universo para horrorizarme con una realidad acompasada, imperfecta y falsa.
Me sentí y me siento García Márquez y Borges. Soy consciente ahora del poder de la palabra, de mi ansia por escribir, de lo presente que está en nosotros, los seres humanos, la poesía y la belleza.
Me sentí y me siento Spinoza. Busco ante todo un compromiso social y una crítica a lo establecido, deseo crear algo justo, beneficioso e imperecedero para los demás.
Me sentí y me siento ellos, mis compañeros. He descubierto que todo tiene un comienzo y un final, pero no que esto signifique una sumisión en el olvido. Somos una cebolla que va adquiriendo capas pero que, en un momento determinado, se pueden quitar.
Me sentí y me siento Nietzsche. He sido partícipe de mi declive, pero también de mi capacidad de regeneración. Ojalá abandonara lo que me arrastra a la decadencia y construyera en su lugar aquello que me ayude a alcanzar una condición humana superior.
Me sentí y me siento reinventado. Me sentí y me siento diferente. Me sentí y me siento cambiante, pues, en estos dos años de gracias interminables, he crecido lo suficiente como para mejorarme como individuo, pero no tanto como para no reconocerme. Y a la Filosofía, maestra y guía de mi vida desde hace veinticuatro meses, doy a partir de hoy enteramente mi alma.
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