- Esta, amigos, es la llave de una de las magníficas viviendas de Toledo - contestó a la encantadora pareja aquel historiador.
La pintora y su hispano habían acudido a desvelar aquel misterio que colgaba del cuello del pequeño Sahmuel la última vez que la chica lo vio.
- ¿Y por qué un judío residente en Alemania poseía esta llave?
- ¡Oh, querida mía! Todo el planeta está conectado. Al igual que los dos mundos que conocemos: Oriente y Occidente. Los países subdesarrollados y los que, afortunadamente, no sufren un declive, también lo están. Lo que pasa en un extremo, repercute en el otro. España tiene mucha historia e irremediablemente está conectada con otros países que también poseen esta cualidad, como es el caso de Alemania. Los Reyes Católicos, allá por el 1492, plantearon a los judíos una cuestión: o se convertían al cristianismo y daban la espalda a sus sinagogas o deberían abandonar la península, o como estos denominaban, Sefarad.
- Estás en lo cierto - añadió Francisco - El mundo, en resumidas cuentas, es una bomba. En múltiples ocasiones admiramos, sin mover un solo dedo, como la mecha se prende en la zona opuesta a nosotros, a sabiendas de que si algún día explota, todos sufriremos las consecuencias del estallido.
La joven artista le hizo entrega al anciano de la llave. Él la aferró con toda la fuerza que le proporcionaba su mano repleta de arrugas y marcadas venas. El historiador, natal de la capital de Castilla La Vieja, hizo la promesa de acudir a Toledo y así conmemorar la memoria de Sahmuel. Tal vez, la muchacha no vengaría su muerte, ya que no podía luchar contra un régimen completo, pero sí podría cerrar un círculo de tradición antisemita. Quizás, nadie de su familia volviera a pisar aquella casa toledana pero, al menos, aquella estirpe judía obligada a abandonar su pueblo a raíz de la xenofobia de unos cuantos seres injustos, podría reposar de nuevo en aquel que fue su primer y único hogar.
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