Dos años de reinvención

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domingo, 3 de febrero de 2013

Literatura Vital (V): Lejos de Toledo

- ¿Por qué tiene los ojos vendados, abuelo?

El Borrachón guardó silencio unos instantes, dio una calada al cigarrillo y respondió:

- ¿Por qué? Míralo. El pobre cree que va caminando a lo largo del río, siempre derecho. Oye el ruido del agua y eso le alegra el corazón y lo llena de esperanza, porque todo camino, por largo que sea, tiene un principio y también un final. Y el burro anda y anda y tiene la impresión de que va por un camino recto, tendido como un hilo a lo largo de algún río. De noche, cuando ya es bien oscuro, lo desatan y se lo llevan a darle de comer y beber, y luego otra vez, antes de que salga el sol, le vendan los ojos y vuelve a andar y andar, y cree que la meta está muy cerca. Porque también los burros saben que si persigues una meta lejana, cuanto más caminas hacia ella, más te acercas.

- ¿Y hasta cuándo andará así?

- Hasta que un día caiga y su alma de mártir vaya al paraíso de los burros a descansar del largo camino. Entonces habrá encontrado la meta. Y esa meta es el reposo eterno (...) Así es la vida: un triste andar en círculos alrededor de un palo. Y el hombre, ¿acaso no gira siempre siguiendo el mismo círculo, creyendo que persigue alguna meta lejana? (...) Y el pobre anda y anda sin parar.

- ¡Pero los hombres no llevan los ojos vendados!

- ¿Quién te ha dicho semejante estupidez? ¡Eso sí que no me lo esperaba de ti! Claro que los llevan, hijo, y mucho. Pero la venda es invisible, no es como ésta, la del burro. La venda humana está hecha con astucia y cuesta distinguirla. Y además existen varias distintas. ¡Si supieras cuántas hay! ¿O qué te crees que producen todas esas iglesias, sinagogas, mezquitas y demás supuestos templos de Dios? ¿O todos esos farsantes charlatanes del parlamento? ¿Qué, sino vendas para los ojos? (...) ¿Y los manifiestos patrióticos, los ideales falaces por los que la gente muere en las trincheras, las doctrinas militares, las homilías con agua bendita y las esperanzas engañosas? ¡Vendas para los ojos y nada más! ¡Es así, chico! (...)

- ¿De dónde sacas todas estas cosas, abuelo?

-¿Cómo que de dónde? ¡Y aún me lo preguntas! ¿Acaso hay en el barrio un burro más burro que yo?


Lejos de Toledo, Wagenstein, A. 

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