España, 1940
- ¿Cómo me encontraste antes de que aquellos nazis me acribillaran por proteger al pobre Sahmuel? - preguntó la muchacha.
- Fue realmente increíble, sin duda. - aportó Francisco - En ningún instante supe que estabas en peligro. Tras poder huir de aquella mugrienta cárcel donde me tenían encerrado, solamente pensé en ir a buscarte y, siendo guiado por mi alocado instinto, opté por viajar a Alemania cuyo objetivo era encontrarte. Antes de partir, consulté tu número postal para saber a qué ciudad debía dirigirme, y aprovechando que vivías en un pueblo no muy extenso, desesperadamente me dispuse a inspeccionar calle por calle de aquel lugar. Aunque, sinceramente, no ha sido muy difícil hallarte.
- Si no te conociera, pensaría que esto que me cuentas es una burda farsa. Demasiada casualidad.
- ¡Ay, querida! - suspiró el español - Las casualidades, en ocasiones, existen. Y el azar se presenta en cada esquina, desde la ruleta rusa hasta los encuentros inesperados. Las situaciones azarosas son tan frecuentes que ni siquiera podemos distinguir entre lo corriente y lo novedoso, lo fuera de lo normal. Y sí, afortunadamente, pude salvarte de la muerte, pero únicamente esta vez. Nadie, ni siquiera Dios, puede librarte de partir al otro mundo.
- Lo que me pregunto es cuál es la causa de golpearme en la cabeza si sabías que yo hubiera aceptado inmediatamente la propuesta de fugarme contigo.
- Fue un acto reflejo, lo hice invadido por el pánico. Así, aproveché la ocasión para traerte a España y darte una grata sorpresa. He aquí yo. Delante de tus ojos, y tú delante de los míos. Quizás no te pueda librar de la siniestra sombra del Hades, pero al menos prefiero que mueras en mis brazos.
Aquellos detalles demasiado dulces que siempre había despreciado en cualquier otro hombre, ahora le parecían realmente tiernos y significativos si estas palabras procedían de su amado español. Se entregó a sus brazos y se fundieron en un beso.
- Te amo. Y amaría morir en este preciso instante - dijo la pintora entre beso y beso, a lo que él respondió con una amplia sonrisa.
A su vez, ese beso se fundió en desnudez, y ese nudismo hizo que aquellas dos almas masacradas por la guerra se fundieran en una sola. El amor, único remedio para olvidar -al menos por un segundo- tanto temor, tanto sufrimiento.
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