Dos años de reinvención

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martes, 12 de febrero de 2013

Retrato de un futuro fracaso humano: Entrega 15

PARTE 3: ÚLTIMOS RETOQUES

España, 1940

La muchacha no cesaba de mirar las pupilas de Francisco. Vacías y sufridoras, pero a la vez enamoradas, le sostenían la mirada. La pintora no podía imaginar cuántas calamidades habría tenido que superar durante aquellos días de pánico. Ni siquiera podía hacerse una idea de lo que tendrían que sufrir los españoles durante el ascenso de esa inclinada cuesta que es la posguerra. Curiosa, se imaginaba cada una de las situaciones horrorosas que había experimentado aquel ser, mientras este las relataba.

- Es agonizante observar como tus seres más queridos se van desplomando en el suelo a causa de una bala injusta dirigida contra ellos. Pero aún es más desastroso si, impotente, no puedes salir de tu escondrijo a impedirlo. Todo por creer en unas absurdas, y ahora inservibles, creencias ideológicas. Por el simple hecho de ser republicanos pusieron en peligro su vida y las de su alrededor que, ya ni siquiera fue una amenaza sino una realidad. Cada uno de mis padres, hermanos, abuelos, derrotados sobre un suelo empapado de un color burdeos. Yo, sin embargo, una vez descubierto por aquellos militares, me rendí. Dejé de lado todo por lo que luchaba, todas las ideas que defendía, para sortear la atenta mirada de la muerte. No sé si hice bien, si soy un cobarde o no, pero en periodos de flaqueza, no te pones de lado de un bando ni de otro, sino de parte de tu efímera vida.

Francisco, resignado, suspiró y, acto seguido, continuó con su historia:

- Fui destinado a la cárcel donde me trataban como a una vulgar marioneta. Me escupían, insultaban, pegaban. Dejaban mi dignidad por los suelos. Incluso me replantee si hubiera sido mejor ser acribillado en honor a mis allegados. No lo sé, estaba muy confuso, y lo sigo estando. Un día, me anunciaron que iba a ser obligado a abandonar este mundo, que con mi terrorismo ideológico había vuelto perversos a mis fieles seguidores, que había causado un mal irreparable en la nación española. En resumidas cuentas, me iban a reducir a un montículo de polvo. No obstante, tal vez un Dios, imaginario e inexistente o quizás real y piadoso, oyó mis plegarias. Sucedió un acto digno de considerar un milagro: si me ponía a merced del excelentísimo general Francisco Franco, mi condena sería perdonada y abolida. Acepté sin más. Pudiese ser que en otro momento me hubiera dado igual perder la vida antes que entregársela a los nacionalistas, pero para entonces ya poseía un sueño que deseaba cumplir: conocerte. Tú eras, eres y, posiblemente, serás mi sueño.

La pintora esbozó una sonrisa bobalicona. Saber que su recuerdo era su único atisbo de luz entre rejas le proporcionaba una máxima gratificación. De repente, cambió su aspecto y se mostró preocupada.

- ¿Cómo pudo haber en ti tanto sufrimiento? Sin duda es desolador. Me pregunto qué fue de Sahmuel aquel 1939... Los nazis lo secuestraron la Noche de los Cristales Rotos y ya no supe nada de él hasta que lo vi el otro día tendido en el suelo, muerto. ¡Cuántas penurias tuvo que pasar allá donde fuera que estuviese!


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