Dos años de reinvención

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martes, 6 de noviembre de 2012

Una España de tristeza y sonrisas


Atravesamos tiempos complicados y no es novedad para ningún español. La corrupción política, la pobreza y el malestar general ha llegado a un extremo impensable años atrás. Éramos felices, positivos, ambiciosos (aunque, por desgracia, a veces codiciosos). ¿Por qué hemos perdido éso? Luchábamos sin avistar ni siquiera la meta, imparables. Ahora, rendidos y desesperados, con un lento caminar seguido de un profundo llanto, dejamos de lado todas nuestras esperanzas. Asumimos que toda esta nefasta situación se prolongará y no podremos hacer nada para impedirlo.

Observamos, como postal habitual, a ese vagabundo que rebusca entre el contenedor en busca de un resquicio de carne en un hueso carcomido. Una parálisis es lo que se apodera de nuestro cuerpo al ver como nuestro bolsillo se vacía, y que hasta el último penique es recogido por cada vez más poderosos señores. Incluso nos parece corriente no avistar el último sueño roto en una fila interminable de un sustento familiar arrebatado.

Algunos, salvadores incansables, se movilizan. Otros asienten al reconocer que un grito sobre un millón de silencios nunca será escuchado.

Ésta no es más que la imagen que proporcionamos al mundo, a nosotros mismos. El New York Times, al menos, cree que España sólo se vale de desilusiones. Estampas muy cercanas a la realidad, pero que sólo muestran un parcial de ésta.

Quizás no nos podamos sentir orgullosos de nuestra política, ni economía, ni siquiera cultura. Sin embargo, poseemos una de las mejores gastronomías del mundo, y podemos presumir de que buscamos una recóndita felicidad en los detalles más insignificantes. Es un honor afirmar que retrocedemos a nuestra infancia y que, un abrazo, una cometa o un castillo de arena son el germen de nuestra risa diaria.

Es muy posible que tu cartera no se encuentre disponible para comprar una pulsera de diamantes a tu pareja pero, tal vez, un brazalete compuesto por las chapas de unas latas vacías sea una genial alternativa. O aún más sencillo: un beso, ése verdadero que nadie puede comprar.

Sin duda, se me escapa una lágrima al pararme a pensar en un país donde el futuro no destella por su grandeza. No obstante, el saber que todas las personas que hoy en día componen mi sonrisa estarán en él, aporta un atisbo de luz. 

El Ideal de Granada aún conserva una remota esperanza y, por eso, ha creado un álbum por este motivo. Nos estarán arrebatando nuestro trabajo, nuestra educación y sanidad, pero lo único que no podrán suprimirnos serán esos roces, miradas y pequeños placeres por los que, orgullosamente afirmamos, merece la pena vivir.


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