"La comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un comienzo" -Albert Camus
sábado, 29 de diciembre de 2012
Pisotones haciendo senderos
Si detestamos la oscuridad es porque nos da miedo pisarla. Sin embargo, pisamos otros sucios terrenos, tierra o asfalto, nos da lo mismo. Pisamos con tal fiereza que dejamos huella en cada sendero por el que caminamos. Con tanta fuerza marcamos nuestro territorio que, en ocasiones, nos quedamos clavados, inmóviles. Sin poder avanzar, arrastramos todo lo que habita detrás de nosotros, imparables. No hay nada que se nos resista, nos sentimos como dioses; excepto la noche, nuestro talón de Aquiles. No obstante, un día, dejándonos llevar por una ambición de gran magnitud, nos apoyamos inconscientemente encima de lo oscuro. Con una cara descompuesta, admiramos lo que acaba de suceder: hemos pisado la oscuridad y superado con ello nuestros temores. Aparentemente. Para el mundo, hemos vencido a nuestros demonios pero, interiormente, sabemos que algo que nos daba miedo en el pasado, nos sigue asustando. Al fin y al cabo, la oscuridad siempre nos causará terror y es porque nos da miedo pisarla.
Literatura Vital (III): De mimbre
aun sin acabar de zurcir las heridas
de sus maldormidas noches,
de sus maldormidas noches,
resquebraja el suelo con atroces embestidas,
sumido su corazón en el más absoluto de los ostracismos,
sus latidos surcan el cielo y caen a plomo,
se embriaga de nada y la nada trenza,
haciendo de la nada un ser latente,
y a mí, aunque inmóvil, nimiedad a su lado,
me place ser polvo del rincón de sus penas,
me enorgullece ser algo etéreo en su alma,
amo y señor de sus perdidas miradas,
amo y señor de sus perdidas miradas,
cuidador de su corazón de mimbre,
que, aunque arrecien los vendavales,
se doblará antes que partirse.
León manso come mierda, Kutxi Romero (vocalista grupo "Marea")
miércoles, 26 de diciembre de 2012
Mis vidas posibles
<< No podemos volver atrás, por eso cuesta elegir. Mientras no elijas, todo sigue siendo posible. >>
Las vidas posibles de Mr. Nobody.
Nemo no sabe quién es, ni siquiera si es. ¿Existimos si no podemos vernos directamente? Ya siendo un niño se hacía preguntas de este tipo y es que, Nemo nunca ha sido normal. El ángel pasó de largo y no le dio el beso del olvido y, por lo tanto, puede predecir su futuro. Pero es en el mañana cuando ni siquiera puede diferenciar su pasado. ¿Y si no le hubiera dicho semejante grosería a Anna? ¿Y si no hubiera bailado aquella noche con Eliz? ¿Y si no hubiera manipulado a Ying para dar envidia a la rubia?
La vida se compone de múltiples decisiones que encarrilan las vías de nuestro tren. Por desgracia, no todos podemos ser como Nemo, testigo de nuestras posibles vidas dependiendo de cada opción tomada. Tal vez algún día suceda el Big Crunch, el tiempo se invierta y podamos enmendar todos los errores cometidos en el ayer, pero esa es otra historia. Ante la no inmediatez del suceso, mejor será que sigamos caminando juntos. Hasta la próxima parada, en la cual se separen nuestros caminos.
Recortes, reformas y deformes (V): Euros, dólares o pesos
Euros, dólares, libras, pesos, reales. Dinero, pasta, pavos, guita,... Llamadlo como os plazca. El nombre no importa, solo es esencial saber que estamos sedientos de él. Queremos monedas, billetes también, a poder ser de color violeta. Excepto en estas fechas navideñas, durante las cuales decimos que lo que importa realmente es el amor, la familia y la paz. No sé si lo diremos de verdad o no, pero el marisco consumido no se paga con buenas acciones al prójimo.
Estoy harto de escuchar "El dinero no da la felicidad". Sí, hay ciertos aspectos que no se pueden comprar con dinero: tu primer beso, el amor hacia una madre, un círculo de verdaderos amigos. Sin embargo, no quiero parecer el típico anuncio de Mastercard porque, por mucho que digamos, tener calderilla a mano sí es necesario.
A pesar de repetir una y otra vez que, en momentos de flaqueza, la riqueza pasa a un segundo plano; ahora mismo España necesita una inyección de poder adquisitivo: en nuestro país residen millones de parados. En resumidas cuentas, no queremos estar desempleados para tener trabajo, queremos tener trabajo para conseguir dinero, deseamos conseguir dinero para pagar nuestras obligaciones y cubrirnos de caprichos, ansiamos tener más caprichos inútiles que nadie para poseer mayor poder. ¿Dónde residen los valores que intentamos transmitir a nuestros infantes? Somos un tanto hipócritas, pues.
Seríamos ilusos si afirmáramos que los billetes no proporcionan bienestar. Tal vez no puedan curar enfermedades, pero en muchos países (repetitivo ejemplo el de Estados Unidos) tu poder adquisitivo te puede salvar de la muerte. ¿Acaso si somos más pobres nos convertimos en algo menos valioso para la humanidad?
Centrándonos de nuevo en España, podemos observar como nuestro gobierno quiere emular a los Estados Unidos. Seamos objetivos, EE.UU. es la mayor potencia mundial (muy seguida de la creciente China) y posee muchos rasgos positivos como cualquier otra nación, pero también otros aspectos pésimos. ¿Por qué Rajoy y sus secuaces se empeñan en importar las actitudes negativas de los americanos? Privatización es el vocablo más repetido estos últimos meses. Educación, sanidad, redes ferroviarias sufren este fenómeno.
¿Y qué nos augura el futuro? Oscuridad para los no poseedores de piscina privada, por lo que se ve. Es sorprendente observar como en una sociedad que impuso tras un interminable Antiguo Régimen una jerarquía basada en el esfuerzo y el trabajo, se ve corrompida por sus propios ideales. Pon empeño en lo que haces que, si no está recubierto de oro, tienes nulas posibilidades.
Estoy harto de escuchar "El dinero no da la felicidad". Sí, hay ciertos aspectos que no se pueden comprar con dinero: tu primer beso, el amor hacia una madre, un círculo de verdaderos amigos. Sin embargo, no quiero parecer el típico anuncio de Mastercard porque, por mucho que digamos, tener calderilla a mano sí es necesario.
A pesar de repetir una y otra vez que, en momentos de flaqueza, la riqueza pasa a un segundo plano; ahora mismo España necesita una inyección de poder adquisitivo: en nuestro país residen millones de parados. En resumidas cuentas, no queremos estar desempleados para tener trabajo, queremos tener trabajo para conseguir dinero, deseamos conseguir dinero para pagar nuestras obligaciones y cubrirnos de caprichos, ansiamos tener más caprichos inútiles que nadie para poseer mayor poder. ¿Dónde residen los valores que intentamos transmitir a nuestros infantes? Somos un tanto hipócritas, pues.
Seríamos ilusos si afirmáramos que los billetes no proporcionan bienestar. Tal vez no puedan curar enfermedades, pero en muchos países (repetitivo ejemplo el de Estados Unidos) tu poder adquisitivo te puede salvar de la muerte. ¿Acaso si somos más pobres nos convertimos en algo menos valioso para la humanidad?
Centrándonos de nuevo en España, podemos observar como nuestro gobierno quiere emular a los Estados Unidos. Seamos objetivos, EE.UU. es la mayor potencia mundial (muy seguida de la creciente China) y posee muchos rasgos positivos como cualquier otra nación, pero también otros aspectos pésimos. ¿Por qué Rajoy y sus secuaces se empeñan en importar las actitudes negativas de los americanos? Privatización es el vocablo más repetido estos últimos meses. Educación, sanidad, redes ferroviarias sufren este fenómeno.
¿Y qué nos augura el futuro? Oscuridad para los no poseedores de piscina privada, por lo que se ve. Es sorprendente observar como en una sociedad que impuso tras un interminable Antiguo Régimen una jerarquía basada en el esfuerzo y el trabajo, se ve corrompida por sus propios ideales. Pon empeño en lo que haces que, si no está recubierto de oro, tienes nulas posibilidades.
domingo, 23 de diciembre de 2012
Llegan aquellos días...
Observo mi calendario mientras este me sostiene la mirada. En su última hoja, la doceava, vienen señaladas aquellas promesas que nunca cumplí, aquellas ilusiones que afortunadamente se hicieron realidad, aquellos acontecimientos que trajeron consigo mis peores presagios. 2012 ha sido un año muy dispar, tanto para un descontento alrededor como para mí.
Hoy, a día 23, veo como estos doce meses se consumen como la vela de esperanza que encendí un primero de enero. Puedo apreciar como la masacre que auguraron las civilizaciones antiguas no cobró vida un 21 de diciembre y, desafortunadamente, todavía no puedo ver los frutos de este ciclo recién estrenado que traerá consigo la luz tras una etapa de absoluta oscuridad.
Tal vez, lo mejor hubiera sido que el mundo se hubiese extinguido. Todo lo malo ya hubiera desaparecido, los humanos por ejemplo, traidores y mentirosos por naturaleza. ¿O quizás es mejor que nuestro día a día se alargue hacia un azaroso futuro?
Aún nos quedan metas que conseguir, combates en los que luchar o en los que provocar nuestra propia rendición. Aún nos queda una vida por delante; en un principio, un 2013 en el que hacer realidad todos aquellos sueños que todavía no hemos puesto en práctica.
Llega la Navidad y se multiplican las frecuentes felicitaciones que carecen de gran relevancia. Las fiestas transcurren muy rápidamente y esta época de optimismo y generosidad (últimamente envuelta en un papel plata de materialismo) se desintegra bien entrada la archiconocida "cuesta de enero"
Llegan aquellos días durante los cuales se recuerdan a los seres queridos que, por desgracia, no pueden asistir a estas Pascuas. Llegan aquellos días durante los cuales fingimos que los más desfavorecidos e infelices nos importan. Llegan aquellos días durante los cuales valoramos los resultados de unos esfuerzos propuestos tan ineficaces que dan lugar a la reformulación de más promesas insustanciales las cuales sabemos que, a lo largo de este arduo año que se nos presenta, volveremos a incumplir.
Hoy, a día 23, veo como estos doce meses se consumen como la vela de esperanza que encendí un primero de enero. Puedo apreciar como la masacre que auguraron las civilizaciones antiguas no cobró vida un 21 de diciembre y, desafortunadamente, todavía no puedo ver los frutos de este ciclo recién estrenado que traerá consigo la luz tras una etapa de absoluta oscuridad.
Tal vez, lo mejor hubiera sido que el mundo se hubiese extinguido. Todo lo malo ya hubiera desaparecido, los humanos por ejemplo, traidores y mentirosos por naturaleza. ¿O quizás es mejor que nuestro día a día se alargue hacia un azaroso futuro?
Aún nos quedan metas que conseguir, combates en los que luchar o en los que provocar nuestra propia rendición. Aún nos queda una vida por delante; en un principio, un 2013 en el que hacer realidad todos aquellos sueños que todavía no hemos puesto en práctica.
Llega la Navidad y se multiplican las frecuentes felicitaciones que carecen de gran relevancia. Las fiestas transcurren muy rápidamente y esta época de optimismo y generosidad (últimamente envuelta en un papel plata de materialismo) se desintegra bien entrada la archiconocida "cuesta de enero"
Llegan aquellos días durante los cuales se recuerdan a los seres queridos que, por desgracia, no pueden asistir a estas Pascuas. Llegan aquellos días durante los cuales fingimos que los más desfavorecidos e infelices nos importan. Llegan aquellos días durante los cuales valoramos los resultados de unos esfuerzos propuestos tan ineficaces que dan lugar a la reformulación de más promesas insustanciales las cuales sabemos que, a lo largo de este arduo año que se nos presenta, volveremos a incumplir.
lunes, 17 de diciembre de 2012
Retrato de un futuro fracaso humano: Entrega 9
Instantáneamente esbozó el recuerdo de su querido español. Hacía casi un año que no recibía ninguna de sus poéticas epístolas. ¿Qué sería de él? Un sentimiento de celos la embargó: seguro que había encontrado a otra chica que lo hiciera más feliz. Eso sería, se habría olvidado completamente de ella, aquella guerra civil habría terminado y viviría junto a una mujer de curvas vertiginosas.
No obstante, la realidad no se asemejaba ni levemente a la visión de la joven. Sí, aquel conflicto interno había finalizado pero todavía quedaba la mayor de las miserias: una ardua posguerra. Miles de muertos, persecuciones, desnutrición, cartillas de racionamiento. Sin embargo, su español era ajeno a tales desgracias. Encerrado en una celda sin más luz que una rendija, sin más alimento que los insectos, sin más líquido que unas goteras situadas en el techo; su espíritu republicano se apagaba, a la vez que se ensombrecía su efímera juventud. Solo por creer y luchar por sus ideales fue destinado a morir entre oxidados barrotes de hierro.
La pintora, durante el camino hasta la sinagoga donde se reuniría con Sahmuel, rememoró a su único amor a través de cada una de las cartas que él había enviado. Se maldijo a sí misma por haber dudado del eterno afecto que el español le había prometido y es que, tal vez, se encontrara en apuros, quizás la guerra lo había arrastrado sin dejar rastro alguno.
Emergiendo de sus pensamientos, vio a Sahmuel a lo lejos, al final de la avenida, saludando con una amplia sonrisa. La joven incrementó el ritmo de su marcha. Deseaba estrecharlo entre sus brazos, lo había echado mucho de menos durante aquel año. Por fin, en cuestión de segundos, lo abrazaría con todas las fuerzas que le proporcionara su abatido cuerpo. Segundos que se alargarían, se harían eternos. Alguien sorprendió al pequeño Sahmuel por detrás, apuntándole con un arma a la sien. Segundos interminables que nunca transcurrirían, porque el tiempo para el judío ya había finalizado.
sábado, 15 de diciembre de 2012
Literatura Vital (II): El mercader de Venecia
<< GRACIANO.- No poseéis buen semblante, signior Antonio; tenéis demasiados miramientos con la opinión del mundo; están perdidos aquellos que la adquieren a costa de excesivas preocupaciones. Creedme, os halláis extraordinariamente cambiado.
ANTONIO.- No tengo al mundo más que por lo que es, Graciano: un teatro donde cada cual debe representar su papel, y el mío es bien triste. >>
<< PORCIA.- Pues bien, sea entonces. Uno de estos cofrecitos contiene mi retrato; si me amáis, me descubriréis seguidamente (...)
BASSANIO.- Las más brillantes apariencias pueden cubrir las más vulgares realidades. El mundo vive siempre engañado por los relumbrones. En justicia, ¿qué causa tan sospechosa y depravada existe que una voz persuasiva no pueda, presentándola con habilidad, disimular su odioso aspecto? En religión, ¿qué error detestable hay, cuya enormidad no pueda desfigurar bajo bellos adornos un personaje de grave continente, bendiciéndolo y apoyándolo en textos adecuados? No hay vicio tan sencillo que no consiga dar en su aspecto exterior alguno de los signos de la virtud. ¡Cuántos cobardes, cuyos corazones son tan falsos como gradas de arena y a quienes cuando se les escruta interiormente se encuentra el hígado blanco como la leche, llevan en sus rostros las barbas de Hércules y de Marte, con el ceño malhumorado! No se adornan con estas excrecencias del valor más que para hacerse temibles. Contemplad una belleza y veréis que está comprada al peso; una especie de milagro se verifica que hace más livianas a aquellas que tienen una mayor cantidad. Así, esos bucles dorados, enroscados en serpentina, que voltejean lascivos con el viento, sobre una cabeza de belleza supuesta, examinados de cerca resultan a menudo no ser sino los viudos de otra cabeza, cuyo cráneo que los sustentó yace en el sepulcro. El ornamento no es, pues, más que la orilla falaz de una mar peligrosa; el brillante velo que cubre una belleza indiana; en una palabra, una verdad superficial de la que el siglo, astuto, se sirve para atrapar a los más sensatos. Por eso te rechazo en absoluto, oro, alimento de Midas, y a ti también, pálido y vil agente entre el hombre y el hombre; pero a ti, débil plomo, que amenazas más bien que prometes, tu sencillez me convence más que la elocuencia, y es a ti al que escojo. ¡Que sea dichosa la consecuencia de esta elección! >>
ANTONIO.- No tengo al mundo más que por lo que es, Graciano: un teatro donde cada cual debe representar su papel, y el mío es bien triste. >>
El mercader de Venecia, Shakespeare W.
<< PORCIA.- Pues bien, sea entonces. Uno de estos cofrecitos contiene mi retrato; si me amáis, me descubriréis seguidamente (...)
BASSANIO.- Las más brillantes apariencias pueden cubrir las más vulgares realidades. El mundo vive siempre engañado por los relumbrones. En justicia, ¿qué causa tan sospechosa y depravada existe que una voz persuasiva no pueda, presentándola con habilidad, disimular su odioso aspecto? En religión, ¿qué error detestable hay, cuya enormidad no pueda desfigurar bajo bellos adornos un personaje de grave continente, bendiciéndolo y apoyándolo en textos adecuados? No hay vicio tan sencillo que no consiga dar en su aspecto exterior alguno de los signos de la virtud. ¡Cuántos cobardes, cuyos corazones son tan falsos como gradas de arena y a quienes cuando se les escruta interiormente se encuentra el hígado blanco como la leche, llevan en sus rostros las barbas de Hércules y de Marte, con el ceño malhumorado! No se adornan con estas excrecencias del valor más que para hacerse temibles. Contemplad una belleza y veréis que está comprada al peso; una especie de milagro se verifica que hace más livianas a aquellas que tienen una mayor cantidad. Así, esos bucles dorados, enroscados en serpentina, que voltejean lascivos con el viento, sobre una cabeza de belleza supuesta, examinados de cerca resultan a menudo no ser sino los viudos de otra cabeza, cuyo cráneo que los sustentó yace en el sepulcro. El ornamento no es, pues, más que la orilla falaz de una mar peligrosa; el brillante velo que cubre una belleza indiana; en una palabra, una verdad superficial de la que el siglo, astuto, se sirve para atrapar a los más sensatos. Por eso te rechazo en absoluto, oro, alimento de Midas, y a ti también, pálido y vil agente entre el hombre y el hombre; pero a ti, débil plomo, que amenazas más bien que prometes, tu sencillez me convence más que la elocuencia, y es a ti al que escojo. ¡Que sea dichosa la consecuencia de esta elección! >>
El mercader de Venecia, Shakespeare W.
jueves, 13 de diciembre de 2012
Punto y aparte
Acabo de escribir sobre mi musa y la sustancia que la embriaga. Acabo de escribir palabras de anhelo, fuerza, positivismo que, por momentos, se han visto diluidas.
Aun sin ser consciente de la pésima recibida, me tumbo en la cama. Esto no debería haber ocurrido tan pronto. Sí, estaba preparado, dejé constancia de ello por escrito; no obstante, no estaba lo suficiente para que ocurriera ahora. Mis peores presagios han surgido, mis ilusiones más preciadas volatilizadas.
Me la imagino, a ella y a su delirio. De pie, con el abrigo y bolsas de la compra, las persianas bajadas y diciendo qué es de noche, presa del pánico que produce el olvidar y no entender por qué. Se me parte el corazón solo de imaginarlo. Y aún más si intento convencer a mi aturullado cerebro de que ni siquiera ha reconocido a su propia hija.
Por ahí dicen que no volverá a ser, otros que existe una ligera posibilidad de que su cabeza no haya vaciado todos y cada uno de sus pensamientos. Yo, paralizado por el miedo y la angustia del conocer por fin lo que la realidad nos brinda, intento consolarme. Consolarme a la vez que me convenzo que antes o después esto ocurriría, que es ley de vida y ya lo debería tener asumido.
Ahora, en estos instantes de decadencia emocional, me doy cuenta que tal vez no tendré portentosos músculos, pero soy una persona fuerte y decidida a resurgir con una sonrisa, a pesar de que hacerlo produzca en mí un dolor insoportable.
Quizás la próxima vez que la visite no se acuerde de mí, de su adorado nieto, pero no por ello tenemos que afirmar que todo este río de olvido ha llegado a su desembocadura. Tal vez mi madre y el resto de mi familia piensen así, que esto significa un punto y final. Seamos objetivos, no volveremos a aquellos felices años de risas y desenfado, no obstante, esto solo nos obliga a detenernos un instante y luego a continuar, aunque en la travesía ya no nos acompañe su cordura. En conclusión, no hay punto y final, solo punto y aparte.
Aun sin ser consciente de la pésima recibida, me tumbo en la cama. Esto no debería haber ocurrido tan pronto. Sí, estaba preparado, dejé constancia de ello por escrito; no obstante, no estaba lo suficiente para que ocurriera ahora. Mis peores presagios han surgido, mis ilusiones más preciadas volatilizadas.
Me la imagino, a ella y a su delirio. De pie, con el abrigo y bolsas de la compra, las persianas bajadas y diciendo qué es de noche, presa del pánico que produce el olvidar y no entender por qué. Se me parte el corazón solo de imaginarlo. Y aún más si intento convencer a mi aturullado cerebro de que ni siquiera ha reconocido a su propia hija.
Por ahí dicen que no volverá a ser, otros que existe una ligera posibilidad de que su cabeza no haya vaciado todos y cada uno de sus pensamientos. Yo, paralizado por el miedo y la angustia del conocer por fin lo que la realidad nos brinda, intento consolarme. Consolarme a la vez que me convenzo que antes o después esto ocurriría, que es ley de vida y ya lo debería tener asumido.
Ahora, en estos instantes de decadencia emocional, me doy cuenta que tal vez no tendré portentosos músculos, pero soy una persona fuerte y decidida a resurgir con una sonrisa, a pesar de que hacerlo produzca en mí un dolor insoportable.
Quizás la próxima vez que la visite no se acuerde de mí, de su adorado nieto, pero no por ello tenemos que afirmar que todo este río de olvido ha llegado a su desembocadura. Tal vez mi madre y el resto de mi familia piensen así, que esto significa un punto y final. Seamos objetivos, no volveremos a aquellos felices años de risas y desenfado, no obstante, esto solo nos obliga a detenernos un instante y luego a continuar, aunque en la travesía ya no nos acompañe su cordura. En conclusión, no hay punto y final, solo punto y aparte.
Sustancia
Cuerda o demente, seguirá siendo lo que un día fue: la musa que invoco al comienzo de cada reflexión, aquella que me da la suficiente inspiración para expresar esta amalgama de emociones que me embargan.
Y ahora que no sé lo que siento, dudo incluso de nuestras creencias, de lo verdadero y lo irreal, de esas fuerzas sobrehumanas que pensamos que gobiernan nuestros actos, que dirigen nuestro atormentado futuro. Por eso pido a mi musa -una vez más- que me proporcione la certeza suficiente para poder perfilar mis abstractos sentimientos en una porción de papel, que me muestre la respuesta correcta. Es ahora cuando empuño mi lápiz al igual que un guerrero hace con su arma, y dibujo inteligibles letras, tales como estas:
Yo no soy nada... Ahora lo entiendo. Entonces mis problemas tampoco lo son. Y mi musa, esa que emerge en la locura paulatinamente, se reduce a un cero a la izquierda. No somos nada, únicamente efímeros individuos. No obstante, también somos algo, somos palpables al menos.
Me derrumbo en la cama, no encuentro respuesta. Me da miedo que mi musa deje de ser la que era, ya que en este bizarro mundo parece que todo cambia, parece que nada mantiene su esencia.
Leo. Amo la lectura porque es el único método mediante el cual encuentro solución a tanto enigma. Busco entre mis apuntes de filosofía, en busca de alguien que haya tratado este caso. Aristóteles y su principio de causalidad. Aunque todo nuestro alrededor varíe, siempre hay algo que permanece, por ínfimo que sea: la sustancia. Nuestra sustancia...
En algún resquicio de mi cerebro, la luz se hizo. Mi musa, mi querida abuela, ya no se comporta como antes: no es tan cariñosa, tan pacífica, tan atenta como un día lo fue. Desvaría, pronunciando sentencias sin sentido alguno. En su discurso no hay ni pies ni cabeza. No obstante, su sustancia permanece y se mantendrá ahí, en lo más profundo de su ser. Quizás su sustancia solo sea su cuerpo o un difuso recuerdo en su memoria (y en la de cada uno de nosotros); sin embargo, cuerda o demente, seguirá siendo lo que un día fue: mi abuela, una parte de mí a la cual quiero con locura.
Y ahora que no sé lo que siento, dudo incluso de nuestras creencias, de lo verdadero y lo irreal, de esas fuerzas sobrehumanas que pensamos que gobiernan nuestros actos, que dirigen nuestro atormentado futuro. Por eso pido a mi musa -una vez más- que me proporcione la certeza suficiente para poder perfilar mis abstractos sentimientos en una porción de papel, que me muestre la respuesta correcta. Es ahora cuando empuño mi lápiz al igual que un guerrero hace con su arma, y dibujo inteligibles letras, tales como estas:
No creo en nada.
Ni Dios supremo.
Ni ángel, ni guarda.
No creo en nada.
No existe la fe,
ni creo que exista el mañana.
Ni credos, ni rosarios,
ni oraciones, ni silencios,
ni Cristos, ni Santos.
No creeré en nada,
ni en espíritu, ni en Virgen,
mientras vivamos en la nada
y yo no sea nada.
Me derrumbo en la cama, no encuentro respuesta. Me da miedo que mi musa deje de ser la que era, ya que en este bizarro mundo parece que todo cambia, parece que nada mantiene su esencia.
Leo. Amo la lectura porque es el único método mediante el cual encuentro solución a tanto enigma. Busco entre mis apuntes de filosofía, en busca de alguien que haya tratado este caso. Aristóteles y su principio de causalidad. Aunque todo nuestro alrededor varíe, siempre hay algo que permanece, por ínfimo que sea: la sustancia. Nuestra sustancia...
En algún resquicio de mi cerebro, la luz se hizo. Mi musa, mi querida abuela, ya no se comporta como antes: no es tan cariñosa, tan pacífica, tan atenta como un día lo fue. Desvaría, pronunciando sentencias sin sentido alguno. En su discurso no hay ni pies ni cabeza. No obstante, su sustancia permanece y se mantendrá ahí, en lo más profundo de su ser. Quizás su sustancia solo sea su cuerpo o un difuso recuerdo en su memoria (y en la de cada uno de nosotros); sin embargo, cuerda o demente, seguirá siendo lo que un día fue: mi abuela, una parte de mí a la cual quiero con locura.
lunes, 10 de diciembre de 2012
Retrato de un futuro fracaso humano: Entrega 8
Cerrados a cal y canto se encontraban los cuadros más íntimos e impactantes que nunca nadie había admirado. Esto se debía a que nadie conocía a la creadora. Nuestra protagonista no tenía casi amigos y, los pocos que le quedaban la guerra los había distanciado, ensombrecido con sus horrores.
Solo un inanimado armario, a través de aquellas fieras pinturas, fue testigo durante aquellos años de la tristeza, la amargura y la soledad que traía consigo un desastre de tal magnitud. Utilizando carboncillo retrataba sombras, túneles eternos, almas vagando por lúgubres avenidas.
El negro era su único recurso. Inspiradora obra, quizás fuente de artistas como Goya. Pinceladas de un color rojo burdeos, en ocasiones vivaz, otras tenebroso y sombrío; representaban cada lágrima derramada por inocentes individuos.
Aquellos días de tonos azulados y verde juventud habían desaparecido dejando un rastro de vejez prematura. Solo hacía un año desde que las tropas hitlerianas habían decidido dominar un mundo ahora cruel y taciturno, pero el ambiente ya había embriagado de sufrimiento hasta el más recóndito resquicio del día a día.
La pintora pedía a gritos una buena noticia, por lo menos neutral, que le proporcionara una mínima razón por la que introducir un poco de color a su obra futurista. Quería reflejar en su lienzo un futuro que, a pesar de las injusticias, presentara alguna leve sonrisa por la que luchar. Lo que no sabía es que, un día, esa razón haría acto de presencia en su vida a través de una breve pero concisa epístola:
<< Hoy, a las 6 en la puerta de la sinagoga que tanto frecuentaba antes. Te he recordado cada día desde aquella terrible fecha. Y, a pesar de haber sido constantemente perseguido, estoy vivo, Dios mío, estoy vivo.
Solo un inanimado armario, a través de aquellas fieras pinturas, fue testigo durante aquellos años de la tristeza, la amargura y la soledad que traía consigo un desastre de tal magnitud. Utilizando carboncillo retrataba sombras, túneles eternos, almas vagando por lúgubres avenidas.
El negro era su único recurso. Inspiradora obra, quizás fuente de artistas como Goya. Pinceladas de un color rojo burdeos, en ocasiones vivaz, otras tenebroso y sombrío; representaban cada lágrima derramada por inocentes individuos.
Aquellos días de tonos azulados y verde juventud habían desaparecido dejando un rastro de vejez prematura. Solo hacía un año desde que las tropas hitlerianas habían decidido dominar un mundo ahora cruel y taciturno, pero el ambiente ya había embriagado de sufrimiento hasta el más recóndito resquicio del día a día.
La pintora pedía a gritos una buena noticia, por lo menos neutral, que le proporcionara una mínima razón por la que introducir un poco de color a su obra futurista. Quería reflejar en su lienzo un futuro que, a pesar de las injusticias, presentara alguna leve sonrisa por la que luchar. Lo que no sabía es que, un día, esa razón haría acto de presencia en su vida a través de una breve pero concisa epístola:
<< Hoy, a las 6 en la puerta de la sinagoga que tanto frecuentaba antes. Te he recordado cada día desde aquella terrible fecha. Y, a pesar de haber sido constantemente perseguido, estoy vivo, Dios mío, estoy vivo.
Sahmuel >>
sábado, 8 de diciembre de 2012
Literatura vital (I): Cien años de soledad
<< En la neblina de la convalecencia, rodeado de las polvorientas muñecas de Remedios, el coronel Aureliano Buendia evocó en la lectura de sus versos los instantes decisivos de su existencia. Volvió a escribir. Durante muchas horas, al margen de los sobresaltos de una guerra sin futuro, resolvió en versos rimados sus experiencias a la orilla de la muerte. Entonces sus pensamientos se hicieron tan claros, que pudo examinarlos al derecho y al revés. Una noche le preguntó al coronel Gerineldo Márquez:
-Dime una cosa, compadre: ¿por qué estás peleando?
-Por qué ha de ser, compadre, por el gran partido liberal. -contestó el coronel Gerineldo Márquez.
-Dichoso tú que lo sabes. -respondió él-. Yo, por mi parte, apenas ahora me doy cuenta que estoy peleando por orgullo.
-Eso es malo -dijo el coronel Gerineldo Márquez.
Al coronel Aureliano Buendia le divirtió su alarma.
-Naturalmente -dijo-. Pero en todo caso, es mejor eso, que no saber por qué se pelea.
Lo miró a los ojos, y agregó sonriendo:
-O que pelear como tú por algo que no significa nada para nadie. >>
Cien años de soledad, García Márquez, G.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
El absurdo de la vida
¿Y qué es la vida mas que una locura y una absurdez? Una vida es un conjunto de emociones sin sentido alguno. Una vida es algo muy valioso, no para manejarla a tontas y a locas. No obstante, una vida también es algo demasiado importante como para tomárselo en serio, como diría Wilde. Necesitamos payasadas, tonterías, conversaciones desenfadadas, gente absurda y divertida.
Buen ejemplo es el Sombrerero de nuestra infancia, el personaje demente de Alicia en el País de las Maravillas. ¿Acaso estuvo alguna de sus acciones justificadas? Lo mismo cantaba una alegre y pegadiza canción que inventaba nuevos vocablos y frases ingeniosas.
"A veces puedo pensar hasta en seis cosas imposibles antes del desayuno" y su consiguiente "¿Imposible? Solo si tú crees que lo es" demuestra que, a pesar de su falta absoluta de cordura, puede articular oraciones con un sentido muy amplio y acertado. Lucha por lo poco probable, a pesar de que las estadísticas se pongan en contra, si realmente es lo que quieres.
Además, existe un neologismo que el personaje utiliza y que es digno de analizar: "muchosidad". Pecas de "muchosidad". Una palabra con definición inexistente. "Muchosidad" lo es todo. Abarca tus inmensas ganas de vivir, de comerte el mundo y rechazar todo el dolor que pueda causarte alguien o algo ajeno a ti.
Un día como hoy, naciste de la mano de tu "muchosidad" pero, quizás, conforme has ido creciendo, la has perdido. Tal vez, la amargura que produce en ti ciertas situaciones o personas estén arruinando esta genial cualidad que te caracteriza. "Tú antes eras más muchosa", dijo el Sombrerero Loco a Alicia, al mismo tiempo que esta cayó en la cuenta de que había dejado pasar su única oportunidad de ser feliz.
Esta entrada está dedicada a todas esas personas que me ayudan a mantener mi "muchosidad". No obstante, este pequeño detalle está especialmente dirigido a cierta persona que hoy celebra su cumpleaños: Carmen. Ya me conoces como soy, un Sombrerero y, por tanto, también sabes que te felicitaría si no fuera porque hoy es tu aniversario de nacimiento. Así que, adelantándome a mañana, te dedico mi más sincero "Feliz no cumpleaños".
Buen ejemplo es el Sombrerero de nuestra infancia, el personaje demente de Alicia en el País de las Maravillas. ¿Acaso estuvo alguna de sus acciones justificadas? Lo mismo cantaba una alegre y pegadiza canción que inventaba nuevos vocablos y frases ingeniosas.
"A veces puedo pensar hasta en seis cosas imposibles antes del desayuno" y su consiguiente "¿Imposible? Solo si tú crees que lo es" demuestra que, a pesar de su falta absoluta de cordura, puede articular oraciones con un sentido muy amplio y acertado. Lucha por lo poco probable, a pesar de que las estadísticas se pongan en contra, si realmente es lo que quieres.
Además, existe un neologismo que el personaje utiliza y que es digno de analizar: "muchosidad". Pecas de "muchosidad". Una palabra con definición inexistente. "Muchosidad" lo es todo. Abarca tus inmensas ganas de vivir, de comerte el mundo y rechazar todo el dolor que pueda causarte alguien o algo ajeno a ti.
Un día como hoy, naciste de la mano de tu "muchosidad" pero, quizás, conforme has ido creciendo, la has perdido. Tal vez, la amargura que produce en ti ciertas situaciones o personas estén arruinando esta genial cualidad que te caracteriza. "Tú antes eras más muchosa", dijo el Sombrerero Loco a Alicia, al mismo tiempo que esta cayó en la cuenta de que había dejado pasar su única oportunidad de ser feliz.
Esta entrada está dedicada a todas esas personas que me ayudan a mantener mi "muchosidad". No obstante, este pequeño detalle está especialmente dirigido a cierta persona que hoy celebra su cumpleaños: Carmen. Ya me conoces como soy, un Sombrerero y, por tanto, también sabes que te felicitaría si no fuera porque hoy es tu aniversario de nacimiento. Así que, adelantándome a mañana, te dedico mi más sincero "Feliz no cumpleaños".
lunes, 3 de diciembre de 2012
Retrato de un futuro fracaso humano: Entrega 7
PARTE 2: GRANDES RASGOS
Alemania, 1940
1939 fue un año duro. La pintora derramó más lágrimas durante aquellos doce meses que a lo largo de toda su vida, sobre un lienzo donde predominaban colores cálidos, verdes esperanzadores. Estos tonos alegres habían sido emborronados por el llanto y sustituidos, más tarde, por una gama oscura compuesta por el negror de los peores presagios.
Decían que la Gran Guerra había quedado atrás, pero esa afirmación era absolutamente falsa. El deseo de venganza de su patria, la alemana, había atacado con fuerza sobre una Europa, ahora vacía de ilusiones. Decían que la Gran Guerra había quedado atrás, pero sabios como aquella artista fueron los primeros en bautizar tal desastre como la Segunda Guerra Mundial, el mayor holocausto que la humanidad nunca antes había presenciado.
Aquel día de 1940 era el aniversario de un evento desolador: la partida de Sahmuel. No obstante, la muchacha no se atrevería a catalogar de muerte aquel extraño suceso. Dijeron que habían acabado con la vida del joven judío, pero ella tenía razones para sospechar que lo tenían en uno de esos recintos de los que últimamente se había oído hablar: los campos de concentración.
La pintora camina, reflexiva y decaída, pensando también en su amado español, en Sahmuel, en el fallecimiento de la cultura, el ascenso de los fascismos, el derroche de dinero en material bélico, las vidas humanas ya marchitadas, las margaritas ya deshojadas. Margaritas como las de ese ramo, a las cuales arrancaba los pétalos: "Acabará pronto, finalizará tarde, acabará pronto, finalizará tarde,..." Así, depositó aquel último resquicio de primavera en el interior de un otoñal ataúd vacío, que nada simbolizaba al pequeño Sahmuel. Sin duda, el 1939 había sido un periodo de lo más arduo que, desafortunadamente, se vería obligada a rememorar.
Alemania, 1940
1939 fue un año duro. La pintora derramó más lágrimas durante aquellos doce meses que a lo largo de toda su vida, sobre un lienzo donde predominaban colores cálidos, verdes esperanzadores. Estos tonos alegres habían sido emborronados por el llanto y sustituidos, más tarde, por una gama oscura compuesta por el negror de los peores presagios.
Decían que la Gran Guerra había quedado atrás, pero esa afirmación era absolutamente falsa. El deseo de venganza de su patria, la alemana, había atacado con fuerza sobre una Europa, ahora vacía de ilusiones. Decían que la Gran Guerra había quedado atrás, pero sabios como aquella artista fueron los primeros en bautizar tal desastre como la Segunda Guerra Mundial, el mayor holocausto que la humanidad nunca antes había presenciado.
Aquel día de 1940 era el aniversario de un evento desolador: la partida de Sahmuel. No obstante, la muchacha no se atrevería a catalogar de muerte aquel extraño suceso. Dijeron que habían acabado con la vida del joven judío, pero ella tenía razones para sospechar que lo tenían en uno de esos recintos de los que últimamente se había oído hablar: los campos de concentración.
La pintora camina, reflexiva y decaída, pensando también en su amado español, en Sahmuel, en el fallecimiento de la cultura, el ascenso de los fascismos, el derroche de dinero en material bélico, las vidas humanas ya marchitadas, las margaritas ya deshojadas. Margaritas como las de ese ramo, a las cuales arrancaba los pétalos: "Acabará pronto, finalizará tarde, acabará pronto, finalizará tarde,..." Así, depositó aquel último resquicio de primavera en el interior de un otoñal ataúd vacío, que nada simbolizaba al pequeño Sahmuel. Sin duda, el 1939 había sido un periodo de lo más arduo que, desafortunadamente, se vería obligada a rememorar.
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