<< En la neblina de la convalecencia, rodeado de las polvorientas muñecas de Remedios, el coronel Aureliano Buendia evocó en la lectura de sus versos los instantes decisivos de su existencia. Volvió a escribir. Durante muchas horas, al margen de los sobresaltos de una guerra sin futuro, resolvió en versos rimados sus experiencias a la orilla de la muerte. Entonces sus pensamientos se hicieron tan claros, que pudo examinarlos al derecho y al revés. Una noche le preguntó al coronel Gerineldo Márquez:
-Dime una cosa, compadre: ¿por qué estás peleando?
-Por qué ha de ser, compadre, por el gran partido liberal. -contestó el coronel Gerineldo Márquez.
-Dichoso tú que lo sabes. -respondió él-. Yo, por mi parte, apenas ahora me doy cuenta que estoy peleando por orgullo.
-Eso es malo -dijo el coronel Gerineldo Márquez.
Al coronel Aureliano Buendia le divirtió su alarma.
-Naturalmente -dijo-. Pero en todo caso, es mejor eso, que no saber por qué se pelea.
Lo miró a los ojos, y agregó sonriendo:
-O que pelear como tú por algo que no significa nada para nadie. >>
Cien años de soledad, García Márquez, G.
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